Tal vez cerca

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Hemos vivido en un mundo que parecía hecho de opulencia y de consumo que pensábamos que era inagotable; de amigos cuya lista también parecía ilimitada ya que después del trabajo, aniversarios, recepciones, redes sociales, nos ofrecía la oportunidad de encuentros inagotables. Pero algo infinitamente más pequeño que un grano de arena paró esta bonita y … Leer más

Hemos vivido en un mundo que parecía hecho de opulencia y de consumo que pensábamos que era inagotable; de amigos cuya lista también parecía ilimitada ya que después del trabajo, aniversarios, recepciones, redes sociales, nos ofrecía la oportunidad de encuentros inagotables.

Pero algo infinitamente más pequeño que un grano de arena paró esta bonita y boyante maquinaria y nos obligó a reflexionar el orden de nuestras vidas: nos llevó a repensar nuestra relación con los otros y a organizar de manera diferente, en consecuencia, la temporalidad y nuestro espacio.

Se trata de nuestra supervivencia. Las dudas crecen a la hora de estimar la duración de esta revolución imprevista, ya que algunos expertos están anticipando futuras pandemias en este mundo que hemos modelado y globalizado. Por lo tanto, es necesario volver a aprender a vivir, sin el vano pesar por el mundo antiguo que extrañan los nostálgicos. Debemos ser creativos, imaginar un nuevo orden y reinventar nuevas formas de socializar.

Durante casi un año, ¿quién no ha sentido la frustración del impedimento que existe de estrechar una mano, un cuerpo, por afecto, amistad, ternura? Nuestra cultura nos acostumbró a ello durante décadas. Y estos meses los vivimos siendo forzados a renunciar a ella. Para evitar esta frustración que ya describen los sociólogos tenemos que razonar lo que viene.

¿Por qué extrañamos esta “falta de afecto” en nuestros países occidentales? Si miramos al otro lado del mundo -a los japoneses, chinos e indios- por no mencionar las conductas de nuestros antepasados hasta principios del siglo pasado, resulta que entre ellos es necesario mantener la distancia para saludarse. ¿Significa que estos miles de millones de personas carecen de sentimientos?

Este respeto por el territorio de los otros ha sido finamente analizado por los antropólogos: cada ser humano tiene un círculo invisible, variable según especies y culturas, destinado a su preservación. El establecimiento de los códigos que regulan estas interacciones es el acto fundacional de la civilización y en él se basan sus reglas y leyes. Por lo tanto, también es la base de los principios de cortesía. El apretón de manos existía entre los antiguos romanos y griegos como señal de pertenencia al mismo círculo, pero también existió en las fraternidades que han constituido el mundo laboral durante siglos. ¿Qué decir de los besos? Este acto exclusivo de la humanidad que por la pandemia parece en riesgo de extinción, que se encuentra en la mayoría de las sociedades tradicionales y que hasta ahora le plantábamos a cuasi extranjeros.

Estas consideraciones podrían ayudar a reinventar una sociabilidad más selectiva y transformar estas restricciones sociales impuestas en un retorno a lo esencial: el de conocer mejor a los seres queridos, darles más atención y seleccionar a los verdaderos amigos. La distancia no impide la amistad, el respeto o incluso el afecto. ¿No está la verdadera cortesía en lo implícito y restringido? Y resulta con la pandemia que es verdad que los ojos son el espejo del alma: lo redescubrimos con el uso diario del cubrebocas.

La pandemia también parece el momento que nos evidencia el “cuídate”, esa fórmula infantil procedente directamente del lenguaje de marketing.

Esta es una oportunidad para superarse a sí mismo. Con los amigos cercanos, a los que la situación actual permite seleccionar y así entenderlos mejor; tal vez, volver a aprender a ejercer el arte de la conversación, demasiado a menudo limitado en favor de intercambios superficiales de fórmulas convencionales. Sin olvidar que el virus ignora la amistad.

Incluso para los médicos, tan acostumbrados a tocar, es momento en que podemos apreciar el valor que tiene palpar la piel de otro.

La epidemia es lo que parece mantenernos alejados, pero tal vez cerca.




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