Transparencia y simulaciones

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Resulta absurdo que como sociedad tengamos que exigir reiteradamente a un servidor público que ejecute su trabajo con transparencia. ¿Qué diantres? ¿Pues en qué régimen vivimos? Se supone que en la dinámica cotidiana de todo servidor público son rasgos esenciales la cabal rendición de cuentas y la transparencia. Se supone que esto constituye, más que … Leer más

Resulta absurdo que como sociedad tengamos que exigir reiteradamente a un servidor público que ejecute su trabajo con transparencia. ¿Qué diantres? ¿Pues en qué régimen vivimos?

Se supone que en la dinámica cotidiana de todo servidor público son rasgos esenciales la cabal rendición de cuentas y la transparencia. Se supone que esto constituye, más que un deber, una naturaleza.

Claro: es ideal en esta marcha contrahecha entre el noble país que debe ser y el caótico que ha sido y continúa siendo. En la danza de intereses nos atropellamos como sociedad un día sí y otro también: nos legamos un país como el que ahora tenemos, donde la transparencia es firmeza ideal entre el río de simulaciones.

En la realidad de nuestro entorno, áreas del servicio público, partidos políticos, instituciones y organismos descentralizados, son deseables prácticas sin fingimientos mientras nos dividimos por banderas, con el agravante de que ni honramos con hechos a tales banderas/ideologías. Peleamos, nos polarizamos, nos odiamos con todo por circunstancias pasajeras y, después de tantas luchas, el o la vivales continúa siéndolo, predique lo que predique y milite en la institución o partido adonde vaya.

Este país es lastimero en tanto que continuamos viendo a la transparencia como el distintivo de una nación que no alcanzamos a ser porque en nuestra devaluada cotidianidad vamos enlodándonos con lo pasajero y conveniente, lo muy individualista, la palanca, la intimidación, el chayoteo disfrazado de cortesía con medios de comunicación, los fugaces privilegios.

Independientemente de quien gobierna, continúa reinando el “aprovéchate, Matías: de esto no hay todos los días”, la recomendación y base al inútil por encima del capaz, los jugosos salarios disfrazados de mínimo sueldo con excesivos bonos, el turismo burocrático de altos viáticos, la factura mañosa, el moche oculto, el tráfico de favores, el pago en especie y la justificación de “aquéllos están peor”, “esto es nada comparado con lo que hacen”, “de algún modo debemos allegarnos recursos para continuar nuestra lucha contra los corruptos”. (“La hipotenusa”, fustigan los millenials; “nuestro cinismo”, repito yo.)

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