Coronavirus, autoridades y población

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Popularizado durante la década de los 80 en una canción de Chico Che, el refrán interrogativo “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta?” recobra vigencia frente a la actual emergencia sanitaria. Si la estaca es el Coronavirus o el gobierno, y nosotros el sapo, ¿deben las autoridades asumir funciones extraordinarias … Leer más

Popularizado durante la década de los 80 en una canción de Chico Che, el refrán interrogativo “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta?” recobra vigencia frente a la actual emergencia sanitaria. Si la estaca es el Coronavirus o el gobierno, y nosotros el sapo, ¿deben las autoridades asumir funciones extraordinarias y “reventar” fiestas, imponer toques de queda, “amarrar” a empresarios —sobre todo de restaurantes y bares—, impulsar campañas para denunciar reuniones? ¿Tiene razón la autoridad al declarar que el color de los semáforos epidemiológicos es mayormente responsabilidad de la población? ¿De veras estamos pidiendo al gobierno que vaya detrás de cada uno para obligarlo a que respete las reglas de sana distancia e higiene?

Si bien cada ciudadano debe tener una elemental responsabilidad sobre sí y los suyos, las autoridades deben honrar su esencia: velar por la comunidad en todo aspecto. Gobernados y gobernantes debemos lavarnos las manos (literalmente): frente a eso nadie debe lavarse las manos (metafóricamente).

En una pandemia no caben excepciones. Ni cercanía con políticos ni supuestos prestigios ni mañas —por diminutas o ingeniosas que sean— deben servir para que un expendio funcione cuando se mantiene cerrados a todos los demás. No es momento para inauguraciones populosas, bodas, fiestas en albercas, “beibicháuers”, reencuentros generacionales, noches karaoke u orgías.

Aquí aplica más bien el dicho “parejos, como en la danza” o lo que dijo el chiste que replicó la superiora: “Dijeron que a todas”. Replicarán los ofendidos: “Tienes salario asegurado” aunque no tengo culpa de ello y bastante me esfuerzo diariamente para mantener a flote lo que se me ha encomendado. Entre más trampas hagamos, más tiempo nos tomará salir juntos de la emergencia sanitaria. Debemos resaltar que “el flojo y el mezquino andan doble su camino” y que una de nuestras consignas y reaprendizajes es “despacio, que tenemos prisa”.

En estas jornadas no dejo de recordar la mejor canción del puertorriqueño Rafael Hernández: “Lamento borincano”. El jibarito agonizaba junto con su isla al ver la miseria de la gente: “todo está desierto y el pueblo está lleno de necesidad, ¡ay!”. Con todo, “agonía” es vocablo derivado del griego “agoné”: lucha. Son éstos, insisto, momentos de combate, de estrategia. Aunque no queramos, aunque mucho nos duela, aunque odiemos al gobierno o al Coronavirus o ellos nos “odien” (lo que eso signifique), debemos atacar o resguardarnos juntos, todos… que en la guerra no valen bajezas ni inmadureces ni estupideces (ni del pueblo sapo ni del gobierno o virus estacas).

 

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