Conflictos provocados

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Eso de que “en la guerra y en el amor todo se vale” no es siempre benéfico. Menos, muchas veces, respecto al bien común. Si bien es cierto que la moralidad resulta con frecuencia inconveniente para la rebatinga por el poder y sus inescrupulosos pretendientes, también lo es que lo alevoso, lo artero, quita a … Leer más

Eso de que “en la guerra y en el amor todo se vale” no es siempre benéfico. Menos, muchas veces, respecto al bien común. Si bien es cierto que la moralidad resulta con frecuencia inconveniente para la rebatinga por el poder y sus inescrupulosos pretendientes, también lo es que lo alevoso, lo artero, quita a la política la mínima nobleza que debería revestirla.

¿Cómo contagiar en la ciudadanía el deseo de que vivan una muy comprometida participación política, cuando la práctica dominante entre los actores de la vida pública es meter el pie, apuñalar por la espalda, fabricar conflictos “populares”, apoyar o ser titiriteros ocultos en las sombras?

Me refiero no sólo a gobernantes, funcionarios y militantes de partidos: también a los “periodistas” que venden caro su veneno para atacar y faltar al respeto a los oponentes de los políticos que estén dispuestos a pagarles.

Grandes proyectos que pudieron traer muchos beneficios a las mayorías no se concretaron debido a la ambición de unos cuantos que azuzan a pequeños colectivos. Lo que no se gana por la buena puede ser arrebatado por la mala.

Lo peor es que, de ser modus operandi, eso de armar protestas, reventar proyectos, financiar campañas negras y provocar conflictos se convierte en un modus vivendi: permanente, práctico, modo de ascenso y manutención permanente para un o una “líder” y su camarilla.

La voluntad política de un gobernante y la cotidiana y esforzada tarea de equipo pueden terminar en nada cuando un grupo “espontáneo” concretiza lo que otros han planificado. La buena trayectoria de un grupo gerencial o gobernante puede ser empañada en su último tramo con protestas disfrazadas de populares pero manipuladas desde lo individual. Todo por intereses económicos y políticos. De este modo, hay candidaturas y otras posiciones de poder que salen sumamente costosas.

Los conflictos fabricados, provocados, inducidos, corroen a la sociedad más de lo que la misma sociedad puede suponer. Más que contra un gobierno o personaje político, esos ataques detienen o retroceden el avance natural de una comunidad. Eso también es corrupción, alimentada desde la corrupción de quienes bien pueden insistir en que su lucha consiste en acabar con la corrupción.




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