¿Fiestas en tiempos de Covid-19?

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

El sentido festivo de la vida también es afectado por el coronavirus. La prohibición general de parte de la autoridad pública y la privación voluntaria de parte de individuos y familias ha ido creando un ambiente vital/existencial difícil de describir. Hay ciertamente sólidas razones de salud pública, de bien común, de presente y de futuro. … Leer más

El sentido festivo de la vida también es afectado por el coronavirus. La prohibición general de parte de la autoridad pública y la privación voluntaria de parte de individuos y familias ha ido creando un ambiente vital/existencial difícil de describir.

Hay ciertamente sólidas razones de salud pública, de bien común, de presente y de futuro. Sin embargo, su prohibición o privación por largos periodos pudiera afectar la salud integral de personas, comunidades y pueblos. Hacer fiesta o aceptar participar es un gran reto (con dolor de cabeza incluído) para autoridades y particulares.

Aunque la vida no es una fiesta permanente, ésta es parte fundamental de la vida, sobre todo en sus momentos más significativos. La invitación a familiares y amigos es algo esencial. Ninguna fiesta es para disfrutarse a solas. Invitamos a la gente que queremos, la que tiene un significado especial en nuestra vida. El banquete de bodas, sinónimo de gran felicidad, sigue siendo una de las expresiones de fiesta más comunes en todas las culturas. La necesidad de hacer fiesta brota de lo más profundo de nuestro ser; por eso embona con naturalidad con lo religioso. Celebrar la vida en sus momentos clave invita a elevar la mirada más allá del momento presente

No nos extrañe que Jesús no se pierda ni una sola invitación a las fiestas. Realiza su primer signo sobre el Reino en una fiesta, en un banquete de bodas. En este ambiente festivo anuncia el Reino de Dios y celebra gestos que hacen vislumbrar la plenitud de la vida: crea lazos con los considerados pecadores, sana enfermos desahuciados, libera de males atribuidos a los demonios… trae la salvación a quien acepta creer en Él. Con frecuencia compara el Reino de Dios con un banquete de bodas, el gesto de alegría compartida más común para el ser humano.

En el camino hacia la Pascua dirá a Zaqueo, en un banquete, ‘la salvación ha llegado a esta casa’. Jesús habla todos los días del Reino de Dios y nos invita a entrar en él por medio de parábolas y hechos liberadores. ¿Hay mejor explicación que un banquete de bodas? El Reino de Dios es la respuesta de Dios a las más profundas aspiraciones del ser humano. La grandeza de su misterio nos desborda, trasciende virtualidades, sobrepasa infinitamente las posibilidades de ideologías y nuevas tecnologías.

El mensaje del domingo pasado es que al Reino se entra por invitación, como a una boda. Lo más grande de la vida y de la plenitud del Reino sólo se alcanza cuando aceptamos la invitación de Dios Amor. Nuestro drama es la posibilidad de no aceptar porque pensamos que nuestros intereses son más importantes. Responder a la invitación es aceptar la gratuidad del amor, ponerse el traje de boda, revestirse de Jesucristo. El vestido nuevo del bautismo tiene que ver con el traje de la fiesta del Reino. La Eucaristía es el banquete de bodas por excelencia en nuestro existir y peregrinar.

Dichosos los invitados al banquete del Señor, también en tiempos pandémicos.

*Obispo de Zacatecas




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