Adviento en tiempos convulsos

En los últimos días el tema dominante ha sido la aprobación o no del presupuesto para el año 2020. Obvia decir que la inseguridad, las violencias, el empleo, el agua, también son temas que están en labios de muchos. Qué va a pasar, quiénes, para quién, cómo, qué consecuencias, qué futuro, son preocupaciones de buena parte … Leer más

En los últimos días el tema dominante ha sido la aprobación o no del presupuesto para el año 2020. Obvia decir que la inseguridad, las violencias, el empleo, el agua, también son temas que están en labios de muchos. Qué va a pasar, quiénes, para quién, cómo, qué consecuencias, qué futuro, son preocupaciones de buena parte de nuestra gente. No falta quien vaticine el fin del mundo, de un mundo de bienestar que parecía el triunfo de la supuesta  racionalidad  que caracteriza a la modernidad.

Nos ha empezado a ‘caer el veinte’ y comentamos que no hay elección que no nos afecte, para bien y/o para mal…  ¿Temores?, ¿progreso?, ¿retroceso?, ¿indiferencia?, ¿fatalismo?, ¿responsabilidad compartida?, ¿riesgos de la democracia?, ¿tiempos nuevos?, ¿victoria de unos?, ¿es para tanto? El ambiente que respiramos, vivimos y convivimos da materia para meditar en el Adviento 2019.

El evangelio del primer domingo de Adviento (Mateo llevará la voz durante los domingos del ciclo A) nos ofrece una panorámica para entender qué y para qué es este tiempo de esperanza con sus inevitables esperas. Jesús nos pone en alerta ante las situaciones de la vida presente y las incógnitas e incertidumbres del mundo futuro. La referencia es Noé y la gente de su tiempo que vivían ‘como si nada’, distraídos, sin activar la esperanza, confiados en la indolencia del ‘no pasa nada’, dormidos sobre camas frágiles y recostados en las almohadas de la soberbia y la apatía. “Cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos”, dice el texto evangélico.

El tiempo de Noé es también nuestro tiempo y nuestra historia: hombres y mujeres que sobreviven sin pensar en el mañana de la vida; comen, beben, se divierten, se corrompen, matan, viven sin vivir… Lo importante es tener trabajo y salud, decimos sin rubor. El sentido pleno y final de la vida no importa, se banaliza, se vende al mejor postor, se niega. Quizás ésta sea la causa de la ausencia de valores éticos, morales y espirituales en el diario existir.

Con el tiempo de Adviento iniciamos un nuevo año en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia. Para quienes creemos en Cristo, es un tiempo especial para adentrarnos en las profundidades del misterio de la vida, su presente y su futuro. Aceptar la venida de Jesús en nuestra vida es un acontecimiento que convulsiona nuestros cimientos, convicciones y valores. Jesús viene para ser Señor de nuestros proyectos.  Es lo que expresa el evangelio de este domingo en lenguaje apocalíptico.

Vivir cristianamente el Adviento es la mejor manera de vencer los miedos que paralizan la esperanza y comprometen el futuro. Aunque haya sombras, lágrimas, incertidumbres, cadenas, desconfianzas… la alegre y comprometida espera del Señor nos abre el horizonte de un mañana luminoso. Dios ha sembrado semillas de esperanza en el corazón de la creación y de la historia. El final pudiera ser el día sin ocaso, no la noche desconsoladora.

 

Encendamos la primera vela en la corona de Adviento.

 

Con mi afecto y bendición.




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