Zaqueo ya es libre

La lucha por la libertad inicia desde que salimos del vientre materno. Basta mirar los movimientos y expresiones del recién nacido. La cicatriz  del ombligo es la primera página de una serie de historias por la libertad y las libertades. Al inicio, la lucha es de sobrevivencia, instintiva, tosca. Con los años el campo de … Leer más

La lucha por la libertad inicia desde que salimos del vientre materno. Basta mirar los movimientos y expresiones del recién nacido. La cicatriz  del ombligo es la primera página de una serie de historias por la libertad y las libertades. Al inicio, la lucha es de sobrevivencia, instintiva, tosca. Con los años el campo de batalla se extiende al interior de la persona y sus ámbitos de realización. Alguien madura cuando es capaz de hacerse responsable de su libertad.

El ser humano se ha caracterizado por sus luchas libertarias. Los motivos de la libertad han ido cambiando: desde la sobrevivencia -como el bebé- hasta la liberación y la defensa de todas las “libertades” –como la persona adulta-.  La historia de la humanidad es un tablero lleno de filosofías e ideologías que han tratado de dar fundamentación y cauce al desafío permanente de la libertad que libera y construye fraternidad. No todo el tiempo el ser humano ha logrado ser libre.

En la cultura del siglo XXI el acento se ha puesto en la libertad individual. Desde mediados del siglo pasado las garantías individuales y las libertades se han convertido en derechos humanos individuales. Nuestro mundo es extremadamente sensible a estas realidades; quizás esta sensibilidad define el modelo de sociedad que quisiéramos construir. Pero -a mi parecer- la libertad se está quedando sin objeto y sin objetivos, sin verdad y, por tanto, sin responsabilidades.  Una libertad así se corrompe, pervierte el orden social, enferma a individuos y al tejido social.

La lucha de Zaqueo por ser un hombre libre puede dejar grandes lecciones de compromiso para los cristianos del siglo presente. Zaqueo “trataba de conocer a Jesús”  en el preciso momento en que “Jesús atravesaba la ciudad” de Jericó. Tiene que superar muchas dificultades: la gente se lo impide, es de baja estatura, rico y pecador.  El encuentro se da cuando las miradas se entrecruzan y las palabras se escuchan desde el corazón. Jesús entra en la casa de Zaqueo sin poner condiciones. Zaqueo rompe con sus ataduras, “baja del árbol y lo recibe muy contento”. Qué curioso, los que se creen libres murmuran.

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, dice Jesús en voz alta para que todos escuchemos. Cuando Zaqueo se deja mirar por Él desaparecen los muros de sus esclavitudes. No sólo ve a Jesús y se deja mirar por Él sino que también se reconoce pecador, acepta su historia personal y se abre generosamente ante quienes ha esclavizado. El encuentro con Jesús lo ha transformado, ya es un hombre libre. La salvación de Dios ha llegado a su casa para quedarse.

Muchos contemporáneos piensan que Dios y el prójimo son un estorbo para ser libres. Para ayudarles a salir del error sería bueno invitarles a aprender de Zaqueo, su búsqueda de la verdad y el transformador encuentro con la libertad. “Para ser libres nos ha liberado Jesucristo”, dirá Pablo al anunciar el Evangelio de Salvación.

Con mi bendición y afecto.




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