Vivir la compasión

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Es difícil que las generaciones actuales digieran y acepten los títulos de realeza que todavía se usaban no hace muchos años. Aunque se escuchan de vez en cuando, ya no tienen la fuerza de atracción que antes tenían. Los tiempos cambian, las costumbres evolucionan, las sensibilidades privilegian otra jerarquıía de valores. Sin embargo, el tıítulo … Leer más

Es difícil que las generaciones actuales digieran y acepten los títulos de realeza que todavía se usaban no hace muchos años. Aunque se escuchan de vez en cuando, ya no tienen la fuerza de atracción que antes tenían. Los tiempos cambian, las costumbres evolucionan, las sensibilidades privilegian otra jerarquıía de valores. Sin embargo, el tıítulo de rey aplicado a Jesucristo pudiera tener otro significado y orientarnos por donde tendría que transitar la generación actual de sus discípulos.

Para la generación de creyentes de los pueblos cristeros, el grito “¡viva Cristo Rey!” encendía la pasión por defender la fe y actualizaba la memoria del martirio como testimonio supremo de amor a Dios y a la Iglesia. En las nuevas culturas que emergen se empiezan a crear otros modelos de vida con otros títulos (notoriamente provisionales) sin mayores compromisos de lealtad y seguimiento. En estos ambientes somos invitados a creer en Jesucristo, Rey de la creación y Señor de la historia. El gran reto de la Iglesia es cómo anunciarlo en ambientes donde prevalecen otro tipo de jerarquías.

En la palabra que escuchamos este domingo está la clave. Jesús se presenta como un rey – juez que elige el amor misericordioso como estilo de vida y, por tanto, como lo que decide en deJinitiva la pertenencia/ entrada a su reino. No es la sangre heredada, mucho menos las inJluencias. Es el amor misericordioso hecho compasión hacia las personas más desprotegidas. Lo asombroso del texto evangélico es que el rey está verdaderamente presente en la persona de quienes padecen necesidades extremas: el hambriento, el sediento, el sin techo, el preso, el enfermo, el forastero.

El rey – juez no parte de la etiquetación de las personas. El tema es el aprovechamiento de la vida en el amor al más necesitado. Es el momento de la verdad y del discernimiento deJinitivo; es la hora del juicio sobre la aceptación existencial del proyecto del Reino en un amor real, con rostro y nombre, en situaciones de extrema vulnerabilidad.

Lo sorprendente del relato de Mateo es que ninguna de las personas llamadas a juicio se da cuenta de que al responder a las seis necesidades extremas lo hacían o lo negaban al mismo Dios. Todos se hacen la misma pregunta: “¿Cuándo te vimos…?” Esto signiJica que el amor compasivo se practica ‘en lo oculto’; en las múltiples y variadas relaciones humanas nos jugamos el futuro. Descubrirlo, creerlo y practicarlo es permitir que el Reino de Dios venga todos los días.

El único lenguaje que las generaciones actuales pueden entender y aceptar es el de la palabra hecha compasión, misericordia, fraternidad, solidaridad, amistad social. Jamás nos vamos a equivocar cuando acudamos a socorrer la necesidad del otro. Todos podemos comprender el lenguaje del amor compasivo.

El próximo domingo iniciamos otro año litúrgico. Celebraremos día a día el misterio de Jesucristo, quien “vive y reina por los siglos…” Muchos son los retos de un mundo que tiene la tentación de crear reyes y señores desechables. ¿Vive y reinará Cristo Jesús?

Los abrazo y los bendigo.

*Obispo de Zacatecas




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