Tempestad calmada

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Nuestro mundo vive tempestades propias y, al mismo tiempo, las mismas de quienes han vivido antes que nosotros.

 “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Marcos 4, 35-41

¿Recuerdan aquella tarde del 27 de marzo de 2020 en la Plaza de san Pedro? El Papa Francisco camina solo bajo la fría lluvia… Sube la gran escalinata de la Plaza de san Pedro como un hombre orante… Eleva la oración en nombre de la humanidad amenazada por una incierta tempestad, llamada pandemia…

“Nada en el mundo es más fuerte que el justo que reza. El hombre que reza tiene sus manos en el timón de la historia”, escribió san Juan Crisóstomo en el siglo V, pensando en situaciones parecidas a la que vivía la humanidad en esas fechas. La narrativa intentaba describir lo que sucedía: “Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”. Estas palabras hablaban acerca de lo que el corazón humano sentía, sufría, vivía en todos los rincones del mundo.

Aquella tarde escuchamos el texto evangélico que la Iglesia proclama este domingo de junio. Aquella tempestad ha sido calmada; las de hoy, año 2024, pueden ser calmadas si atendemos la palabra del Maestro y aprendemos las lecciones de quienes han hecho frente a muy variadas situaciones de riesgo.

Nuestro mundo vive tempestades propias y, al mismo tiempo, las mismas de quienes han vivido antes que nosotros: los miedos a lo desconocido; todavía no sabemos qué hacer con ello. Si el presente tiene preguntas pendientes a resolver, el futuro presenta incógnitas e incertidumbres que desafían seguridades y políticas públicas de los mejores gobiernos.

La Palabra del domingo pasado habla de los interrogantes que hay que ir resolviendo en la construcción del Reino de Dios en tiempos de pandemia y en cualquier circunstancia. La gente de aquel tiempo se resistía a aceptar que la salvación se ofrecía a todos… Jesús pide a los discípulos que hagan a un lado el miedo que cierra posibilidades y bloquea oportunidades. Cualquier tormenta tiene su ‘hasta aquí’. Él está presente y despierto en medio de las tempestades que, inevitablemente van a encontrar durante su caminar. Lo importante es que sus discípulos estén despiertos en todo momento.

El proyecto de Jesús es esperanzador y, en su dinámica, transformador. Él va en el timón y conduce su barca hacia fuentes y acequias de vida… Las tempestades siempre han existido y existirán… Éstas son una oportunidad para quienes han aceptado a Jesús que compromete su presencia con los discípulos que arriesgan su vida.

Las turbulencias de la vida han de ser aceptadas desde la certeza del acompañamiento de Jesús en cualquier situación.  Entremos en la dinámica de los espacios de esperanza y, seguramente, vamos a vivir plenamente.

Con mi bendición veraniega.




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