Nos educaron para otro mundo
Nos educaron Papá y Mamá para otro mundo o, en todo caso, omitieron la parte donde aparecen las personas ojetes para quitarte lo que bien habías ganado.
Con su mejor corazón, Papá y Mamá nos formaron a sus hijos para el mundo en el que creían. En él todos se respetaban, todo lo solucionaban con diálogo, todos pedían permiso, nadie abusaba, nadie robaba, nadie mentía, nadie terminaba siendo desleal, todos ayudaban a todos.
En ese mundo para el que nos formaron, los malos recibían castigo, no premios. Los buenos, quienes mantenían su integridad, de veras cosechaban el bien que sembraban.
El niño que era yo abría mis ojos desmesuradamente al comprender que, así como lo explicaban a mis hermanos y a mí, la justicia no tenía reglas complicadas. El bien era bueno, el mal era malo, lo peor era la inacción.
“Si estudias mucho y logras las mejores calificaciones, llegará gente que te pagará para que sigas estudiando”, decía entonces mi madre, y yo soñaba con esa beca y terminar una carrera y maestría y doctorado, y entonces obtener un trabajo bien pagado, con digna base laboral. Me imaginaba entonces con el disfrute de lo que obtendría por mis actividades desarrolladas con honradez y armonía, en un ambiente cordial y solidario.
Nos educaron Papá y Mamá para otro mundo o, en todo caso, omitieron la parte donde aparecen las personas ojetes para quitarte lo que bien habías ganado; para joder tu vida y la de tu familia. Omitieron la parte donde las personas que tejen sus redes de intereses pueden castigarte por no prestarte a la corrupción.
Papá y Mamá omitieron eso o de plano nunca previeron que, desde hace tiempo, la norma es simuladora: por delante, el discurso de amor al entorno; por detrás, la búsqueda de más poder a toda ultranza, y el arruinar a los otros.
Cualquiera puede simular; no cualquiera mantener su convicción. Cualquiera puede grillar; no cualquiera trabajar en equipo. Cualquiera pueda atacar; no cualquiera trabajar bajo presión.
Nos educaron para otro mundo. Cualquiera puede fortalecer las paredes de su coto con cráneos de los que considera “contrarios”; no cualquiera persuadir y lograr consensos.
Cualquiera puede buscar la impunidad después de hacer capital y poder con lo ajeno; no cualquiera mantener su educación para otro mundo, uno mejor, en éste tan ruin.