Lino Rodarte: ambiciones, tretas, arbitrariedades

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

En comunidades zacatecanas, sobre todo de Jerez y Valparaíso, se difundieron al final del siglo 19 las mañanitas fúnebres a Lino Rodarte, quien no fue cuatrero ni caudillo y menos revolucionario (murió en 1866), sino caballerango enamorado al que “ajusticiaron” ambiciones, tretas y arbitrariedades de poderosos. Rodarte enamoraba a Fabiola, hija de Cruz Ávalos, comandante … Leer más

En comunidades zacatecanas, sobre todo de Jerez y Valparaíso, se difundieron al final del siglo 19 las mañanitas fúnebres a Lino Rodarte, quien no fue cuatrero ni caudillo y menos revolucionario (murió en 1866), sino caballerango enamorado al que “ajusticiaron” ambiciones, tretas y arbitrariedades de poderosos.

Rodarte enamoraba a Fabiola, hija de Cruz Ávalos, comandante de la acordada (policía rural de la región). Lino desoyó prohibiciones de don Cruz y continuó el cortejo. Ávalos utilizó el poder a él encomendado para emprender una campaña de desprestigio contra el joven: a partir del coraje del servidor público, todo robo en haciendas y caminos de la región debía, sin averiguación, ser imputado a Rodarte.

La situación empeoró tras la carrera entre el mejor caballo de los hacendados Landa y el de Manuel Buenrostro, patrón de Lino. Además de dinero, apostaron zaleas: quien perdiera debía sacrificar a su equino y entregar el pellejo al oponente.

Buenrostro ordenó a su empleado Rodarte que “hiciera perdedizo” al caballo y días después se lo devolviera. Cuando su confiado caballerango partió, el hacendado denunció frente a los Landa que un bandolero llamado Lino Rodarte había robado al equino perdedor y con él había huido a la sierra.

La denuncia actuada sirvió a Ávalos para por fin pasar por las armas a Lino. Movilizó a los rurales a su cargo para aprehender al joven durante un baile en el rancho El Cargadero. Después lo “ajusticiaron”.

Entre un gran propietario que puso una treta y acusó falsamente para satisfacer su ambición y un funcionario que abusó del mando se remarcan tanto corrupción como impunidad desde todo poderío. En la historia, ambos quedan en el grupo de quienes durante décadas han mantenido y mantienen sumida en la miseria moral y económica a nuestra patria: adinerados, servidores públicos, gobernantes, políticos y empresarios que personifican la difamación, visceralidad, ambición, trampa, simulación, mañosa impartición de justicia, acoso, persecución, despotismo y pasiones que tienen a Juan Pueblo como objeto tanto de recurrente utilización como de ataque.

El cadáver de Lino Rodarte mereció como toda “justicia” sólo un corrido que para colmo es alterado en su fecha y letra cada vez que un nuevo conjunto o intérprete lo canta. Damos muestra de que continuamos siendo un pueblo con poca memoria, poca exigencia, poca retribución… y poderosos la más de las veces muy vivales.

A más de 134 años, Lino puede ser símbolo del mexicano común, atrapado en el injusto, evasivo, siniestro y feroz baile de intereses. Impunemente, muchas ambiciones, tretas y arbitrariedades continúan siendo alimentadas al amparo del poder.

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