Las bibliotecas de los municipios

Para muchos de quienes crecimos en municipios, sobre todo los alejados a la capital del estado, la biblioteca pública de la cabecera municipal era nuestra única opción educativa más allá del horario escolar. Era un recurso tan invaluable como liberador y acrecentador de nuestros futuros. A muchas y muchos nos cambió la vida, para mucho … Leer más

Para muchos de quienes crecimos en municipios, sobre todo los alejados a la capital del estado, la biblioteca pública de la cabecera municipal era nuestra única opción educativa más allá del horario escolar. Era un recurso tan invaluable como liberador y acrecentador de nuestros futuros. A muchas y muchos nos cambió la vida, para mucho bien.

Quienes tuvimos acceso a esa institución libre, laica y gratuita podemos revalorar las bondades de ella, sobre todo la accesibilidad a la cultura escrita, al mundo de la literatura, el conocimiento e incluso, con su sección de Consulta, a la investigación.

La biblioteca de nuestra respectiva cabecera municipal se convirtió en parte de nuestra infancia y adolescencia, de nuestra historia y hoy nostalgia personal. Esto no es razón, empero, para que permanezcan en el pasado: ojalá que estas bibliotecas que en el ayer nos formaron evolucionen más ahora, y se conviertan en factor de desarrollo para nuestras hijas e hijos y sus descendientes.

En medio de la selva de desinformación que es la excesiva información de la red digital, es necesaria la colección básica de la biblioteca en nuestro entorno de los municipios, en nuestros barrios y comunidades, e incluso en la propia capital de la entidad federativa.

Destaco la entrega y vocación de nuestras bibliotecarias; y asiento el sustantivo en género femenino porque, a querer o no, fueron mayoritariamente mujeres las primeras encargadas de nuestros centros en municipios y comunidades.

Por lo que a mí toca, terminé convirtiéndome en amigo de las bibliotecarias a las que cada tarde vi volcadas en la resolución de tareas escolares de algunos usuarios, y en la recomendación de lecturas para otros, más curiosos en el mundo de los fabulosos libros.

Se extraña esa especie de bibliotecarios que, además de sólo cuidar libros o llenar registros de estadística, también se daban tiempo para embarcarse en lecturas indispensables para el placer de sus visitantes: lo mismo “Los Miserables”, de Víctor Hugo, como “El conde de Montecristo”, de Dumas o los cuentos rulfianos de “El llano en llamas”.

Urge que los actuales gobiernos se comprometan con las bibliotecas de los municipios, las silenciosas detonantes de un mejor futuro para todas y todos.

 

[email protected]




Más noticias

Simitrio Quezada

Contenido Patrocinado