Se compadeció de la muchedumbre

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Hemos escuchado durante las últimas semanas que el aislamiento/confinamiento/encierro ha traído como consecuencia el aumento de peso corporal en algunas personas. ¿Habrán comido de más? ¿Ansiedad? ¿Refrigerador lleno? ¿Compulsivos? Ciertamente ha sido buena oportunidad para que personas que ordinariamente no hacen de comer se inicien en las prácticas culinarias. ¿Y los muchos que tienen hambre … Leer más

Hemos escuchado durante las últimas semanas que el aislamiento/confinamiento/encierro ha traído como consecuencia el aumento de peso corporal en algunas personas. ¿Habrán comido de más? ¿Ansiedad? ¿Refrigerador lleno? ¿Compulsivos? Ciertamente ha sido buena oportunidad para que personas que ordinariamente no hacen de comer se inicien en las prácticas culinarias. ¿Y los muchos que tienen hambre pero no qué comer, ni estufa, ni humor?

Ya entrados en el quinto mes de pandemia han aparecido otro tipo de hambres y carencias. La reflexión sobre la globalizada epidemia nos ha invitado a ir más allá del hambre que se sacia con panes o tortillas. La fragilidad de todos los seres humanos, la igualdad de hecho ante el miedo a la enfermedad y la muerte, la globalización de la ignorancia ante el alcance y soluciones del desafío, las limitaciones de los conocimientos científicos, el dominio de los miedos sobre los deseos… han despertado la necesidad de valores éticos, morales, religiosos y espirituales. ¿Quién o quiénes los servirán en la mesa de la vida globalizada? ¿Quiénes y cómo repartirán las soluciones?

En el Evangelio que escuchamos el domingo pasado todavía pandémico, Jesús se retira para estar a solas después de la muerte trágica del Bautista. Ora, profundiza en el acontecimiento, se replantea la misión. Para nadie es fácil ‘asimilar’ rápidamente un hecho que puede cambiar la agenda, los planes a corto plazo y el sentido de la historia. Todos estamos expuestos a vivir situaciones similares.

Mientras Jesús vive con intensidad su retiro, la gente se entera, lo busca, se acerca. La muchedumbre tiene sus necesidades, contingencias, urgencias, emergencias. No pide soluciones, simplemente busca, escucha y espera. Jesús se enternece, siente compasión, descubre que la gente además de los problemas ‘normales’ de la vida, tiene hambre. Su compasión lo lleva a actuar inmediatamente. Sus discípulos juzgan de otra manera: que se vayan, que se arreglen como puedan. Jesús no cae en la trampa del pretexto. Lo que alegan como excusa: “tenemos sólo cinco panes y dos peces”, es lo que sirve para demostrarles que es suficiente y sobra. Con Dios como compañero en la vida no hace falta tener todo lo que creemos que necesitamos.

No sabemos cómo vamos a salir de esta desconcertante, incierta y difícil experiencia. Lo que vamos aprendiendo en el camino es que nuestros cálculos se quedan cortos cuando ponemos nuestra seguridad sólo en nuestra autosuficiencia. Con Dios con nosotros lo poquito que tenemos es suficiente para alimentar la esperanza de la gente con la que caminamos.

Muchos santos comenzaron grandes obras sólo con la confianza puesta en Dios. Que nadie se quede con hambre y su necesidad porque lo nuestro nos parece poco. Que cada bautizado aporte su responsabilidad solidaria para que todos tengamos el bocado de amor que necesitamos. Que todos nos demos cuenta y aceptemos que podemos poner sobre la mesa lo poco que tenemos; para muchos puede serlo todo.

Entrega, generosidad, responsabilidad, solidaridad, fraternidad puede ser la traducción posmoderna de la multiplicación de los panes en tiempos pandémicos.

Les abrazo con mi bendición.

Obispo de Zacatecas




Más noticias

Sigifredo Noriega
Sigifredo Noriega
Sigifredo Noriega

Contenido Patrocinado