Serviciales

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Dicen que “el que no vive para servir no sirve para vivir”. Este juego de palabras entraña una gran verdad: el ser humano tiene un vocación natural al servicio. Si nos ponemos a reflexionar un poco siempre estamos proporcionando a alguien determinado servicio. Si somos padres proporcionamos servicios a nuestros hijos, por ejemplo: El cuidado, … Leer más

Dicen que “el que no vive para servir no sirve para vivir”. Este juego de palabras entraña una gran verdad: el ser humano tiene un vocación natural al servicio. Si nos ponemos a reflexionar un poco siempre estamos proporcionando a alguien determinado servicio. Si somos padres proporcionamos servicios a nuestros hijos, por ejemplo: El cuidado, el darles consejo, jugar con ellos si son pequeños, asistirlos en la enfermedad, alimentarlos. En este caso se trata de un servicio que proporcionamos de forma gratuita dada la responsabilidad que se deriva del haber adquirido el compromiso de la paternidad. Pero hay otros servicios por los que cobramos y con eso nos ayudamos a vivir. Y en estos casos el nivel de servicio se vuelve algo tan importante que es determinante para la elección entre dos o más prestadores del mismo servicio, como acudir a tal o cual restaurante o visitar a este o aquel médicos.

 

A todos nos gusta que nos traten bien y que den respuesta rápida a nuestras demandas a grado tal que siempre estamos dispuestos a pagar un poco más por una mejor atención. Un buen nivel de servicio puede ser el factor que haga decidirse por la compra de dos bienes que satisfacen necesidades similares, como la compra de un auto, por ejemplo. Si bien los atributos como la marca, el diseño, las opciones de financiamiento, entre otros, son fundamentales muchas personas se deciden por el tipo de atención y asesoría que reciben en su proceso de compra. Y es que todos esperamos, como ya se ha comentado, que se nos preste atención y se nos trate como merecemos, al final pensamos pagar por aquello, no lo estamos pidiendo como un obsequio.

 

Pero invirtamos los papeles y abandonemos por un poco la perspectiva del solicitante del servicio a la del prestador del mismo. Sería muy bueno ir por la vida con una actitud de servicio. Ser servicial con todos y en todo momento. Dar eso que nos gustaría recibir de otros: Una palabra amable, un gesto bondadoso como regalar una sonrisa o ceder el paso; no cuesta nada y sí deja mucho.




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