Piso parejo

Hoy en la Opinión de Juan Carlos Ramos León.
Hoy en la Opinión de Juan Carlos Ramos León.

Está en la naturaleza del ser humano la tendencia a competir, en su instinto por seguir vivo, prevalecer, multiplicarse y dominar a otros. Ciertamente, al ser dotado de inteligencia, a diferencia de los animales, es capaz de ejercer este instinto de una manera racional, pero no puede negarse que su inclinación a ser el mejor, … Leer más

Está en la naturaleza del ser humano la tendencia a competir, en su instinto por seguir vivo, prevalecer, multiplicarse y dominar a otros. Ciertamente, al ser dotado de inteligencia, a diferencia de los animales, es capaz de ejercer este instinto de una manera racional, pero no puede negarse que su inclinación a ser el mejor, a la búsqueda de la competencia, es algo que acaba alojándose en un principio tan básico y elemental como lo es su instinto de supervivencia.

Es por eso que es común ver que los niños, desde pequeños, comienzan a tratar de demostrarse uno a otro ser el más fuerte, el más rápido, el mejor, llegando a veces hasta la violencia; y las niñas, de acuerdo a la naturaleza de su género, a ver cuál es la más bonita, la más talentosa y la más inteligente. Y esta será una condición que prevalecerá a lo largo de toda la vida.

La historia ha venido dándole forma a maneras civilizadas de “ejercer” los impulsos originados en este instinto. Esta evolución ha permitido ir encontrando distintas y muy interesantes formas de competir. Con el surgimiento del comercio, la cultura, la ciencia y el deporte, el ser humano ha ido dando cabida de forma organizada a su natural inclinación a destacar entre otros.

Durante este proceso evolutivo, el ser humano fue cayendo poco a poco en la cuenta de que la armonía en la convivencia entre pueblos y naciones, en el intercambio comercial, cultural, científico, deportivo y social en general, solo era posible conseguirla a través de mecanismos organizados y bien estructurados para el establecimiento de condiciones equitativas para que una parte se encontrara en exactamente las mismas condiciones que la otra –o las otras- para lograr la prosperidad para todos sus miembros.

Para que exista competencia justa y limpia entre dos partes, sean dos personas, dos equipos, dos empresas, dos pueblos o dos países, deben de existir reglas y, por supuesto, árbitros o jueces que sean quienes velen porque el desarrollo de dichas competencias se apegue a los lineamientos que se han establecido para su realización. Es lo que comúnmente se conoce como “piso parejo”.

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