Lo que deja el virus

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Los medios impresos siguen siendo útiles. Esto es lo que puede decirse después de estos meses experimentados por cualquier sociedad confinada; incluso de una sociedad a medio confinar como la nuestra. La epidemia y la cuarentena han multiplicado los textos con análisis atractivos que describen las historias hasta el punto de representar estudios cuantitativos que … Leer más

Los medios impresos siguen siendo útiles. Esto es lo que puede decirse después de estos meses experimentados por cualquier sociedad confinada; incluso de una sociedad a medio confinar como la nuestra. La epidemia y la cuarentena han multiplicado los textos con análisis atractivos que describen las historias hasta el punto de representar estudios cuantitativos que pueden seguirse a lo largo de todo el período de confinamiento de personajes representativos de todas las condiciones, de todos los sexos, edades y regiones.

Por la pandemia y la cuarentena, los medios de comunicación, y en particular los medios impresos, han multiplicado las investigaciones, análisis, informes, foros (virtuales, eso sí) y han hablado casi sólo de la epidemia durante más de dos meses, y la lectura cotidiana de la prensa deja una sensación de déjà vú ya leído y ya conocido.

Este monocultivo podría producir solamente enormes beneficios, pero esta infección del espacio mediático por el virus es también el caldo de cultivo, una de las principales causas, sino la principal, de la cadena de miedos y pánico, y decisiones políticas extremas, que convirtieron a la economía global en un lodazal.

Por supuesto, bajo la avalancha de cifras podemos encontrar el brillo de algunas pepitas que ya permiten esbozar el futuro de la sociedad mexicana. Las divisiones sociales mexicanas se han vuelto más evidentes por esta crisis paroxística: la división social, con los ejecutivos y muchos profesionistas de las metrópolis que “teletrabajan” y apenas temen la enfermedad, en oposición a los empleados y trabajadores que tienen que ir físicamente a su lugar de trabajo, a la calle, empujados por la necesidad a pesar de la conciencia del riesgo y el miedo de contraer el virus.

La división geográfica que muestra las zonas del país previamente afectadas por la desindustrialización y la emigración, que pagaremos los costos de la epidemia con más alto rédito y con tasas de mortalidad relativa entre los enfermos por el virus mucho más elevadas, mientras que los corredores industriales del país se salvarán del coronavirus igual que de otros males, como lo han sido durante años.

Digamos que también resalta muy bien ya la sensación de un premeditado desmantelamiento de México, motivada por la falta de cubrebocas, pruebas y respiradores y la furia impotente frente a las mentiras del poder.
Está latente un manifiesto sentimiento de inferioridad nacional que agrava el que ha existido por décadas con respecto a los Estados Unidos y buena parte del resto del mundo; los mexicanos nos vemos a nosotros mismos como menos cívicos cuando deseamos -y deberíamos- estar entre los más disciplinados.

A medida que uno avanza en las páginas de los periódicos, encontramos temas que han sido ampliamente cubiertos en los medios. No solo los temas, sino las formas de abordarlos. Las publicaciones periodísticas abordan en su totalidad la semántica de las minorías que continúan imponiendo su discurso victimista, como antes de la epidemia.

Las mujeres son inevitablemente víctimas de la violencia doméstica y deben someterse a la carga mental del trabajo doméstico. La distribución de las tareas de la vida doméstica cotidiana y la violencia doméstica están ahora entre los temas más conflictivos, aunque anteriormente los psiquiatras nos enseñaron que esta disputa oculta mucho más.

Y están los ambientalistas que predican. Como los sacerdotes afirmaron una vez que el comportamiento inmoral de los hombres había irritado a Dios quien luego envió la peste, los nuevos sacerdotes ecológicos nos sermonean: la Tierra está vengando nuestro comportamiento como depredadores. La pretendida influencia moral de los ambientalistas recuerda la que tuvieron los comunistas a la mitad del siglo 20.

Y puede esbozarse una lucha entre aquellos que quieren un cambio de modelo con quienes desean volver a su nivel de vida antes de la crisis. Entre los que temen el fin del mundo y los que amenaza el fin de mes, la guerra acaba de comenzar.

*Médico




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