La vuelta del sarampión

Las fake news han empapado nuestra vida diaria. La confianza en las instituciones parece estar en su punto más bajo. Nací en la década de 1960, cuando se decía “no confíes en el hombre”, inició la Guerra de Vietnam y develó el complejo militar-industrial; desde entonces he leído y escuchado lo suficiente como para saber … Leer más

Las fake news han empapado nuestra vida diaria. La confianza en las instituciones parece estar en su punto más bajo.

Nací en la década de 1960, cuando se decía “no confíes en el hombre”, inició la Guerra de Vietnam y develó el complejo militar-industrial; desde entonces he leído y escuchado lo suficiente como para saber que buena parte de la desconfianza pública está bien fundada. Más recientemente, el “complejo médico-farmacéutico” ha estado sometido al escrutinio público, y los políticos dicen que se preocupan por los precios de los medicamentos, la prescripción aparentemente inapropiada por parte de los médicos alentados por los fabricantes de medicinas y los costos generales de la atención médica. Sin embargo, a pesar de estas preocupaciones dirigidas contra la comunidad médica, en diciembre de 2018 alguna encuesta reveló que los médicos somos el segundo grupo profesional más confiable, después de las enfermeras.

Entonces, ¿por qué a los médicos, los confiables, nos cuesta convencer a las personas de que se vacunen ellos y sus hijos de forma rutinaria? En este ambiente de verdadopenia, algo más necesitamos hacer.

No todos rechazan las vacunas. Es raro el paciente en mi consulta quien, después de conversarlo, todavía se niega firmemente a vacunarse contra la influenza. Pero nuestro diálogo ha cambiado un poco. Los pacientes todavía me dicen que alguien que conocen contrajo la gripe a causa de la vacuna o se enfermaron con la vacuna contra la neumonía (esto, que los médicos consideramos “algo bueno”, se explica discutiendo la manera de comportarse de nuestro sistema inmunitario). Pero con mayor frecuencia escucho historias detalladas procedentes de Internet o las redes sociales, las historias de las revistas en las que aparecen los actores de telenovelas y, por supuesto, de los “doctores” de anuncios de televisión, que promocionan las virtudes de sus suplementos “antiinflamatorios”, “antioxidantes” e “inmunoestimulantes” sin fundamentos científicos como una verdad obvia y total, mientras a los médicos nos toca seguir recetando vacunas y terapias farmacológicas tradicionales. ¿A quién puede creer cada paciente? Los médicos nos vemos obligados a poner este ruido externo en perspectiva e individualizar nuestras sugerencias para el paciente que tenemos enfrente.

A pesar de la alta credibilidad profesional que conservamos los médicos en la encuesta de Gallup de 2018 a la que me referí, algunos pacientes, familias y comunidades se ven influidos por los argumentos ofrecidos fuera de nuestros consultorios. Y cuando, ante la duda, los médicos tratamos de explicar grandes estudios científicos publicados en las principales revistas médicas, el eco continuo de posibles noticias falsas se impone, a veces. Sigue habiendo dudas en la mente de algunos pacientes.

El problema con el sarampión es que es extremadamente contagioso. Para que la “inmunidad colectiva” brinde protección y prevenga los brotes, casi todas las personas de una comunidad deben vacunarse o tener inmunidad natural contra las infecciones infantiles. Los que tienen un riesgo especial de infección son los muy jóvenes, que tienen sistemas inmunitarios subdesarrollados y los adultos que no fueron vacunados adecuadamente, o aquellos cuyo sistema inmunitario está debilitado por enfermedad o medicinas inmunosupresoras.

¿Qué podemos hacer? Necesitamos un frente unido, que aclare la evidencia que indudablemente respalda el valor de la vacunación y transmitirla. Necesitamos confrontar, aceptar y explicar a los pacientes que todas las vacunas no son 100% exitosas (aunque en el caso del sarampión parece estar bastante cerca), pero que incluso la inmunidad parcial es beneficiosa con todas las vacunas. Necesitamos formar un frente unido cuando hablamos de la evidencia que desacredita la conexión vacunación-autismo.

Necesitamos estar a la altura de nuestro ranking como profesionales altamente confiables. Y necesitamos asociarnos con nuestros colegas enfermeros, para aprovechar cada oportunidad para informar a nuestros pacientes y vacunar contra la propagación de la desinformación.

*Médico




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