Ser papá

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

¿Se ha dado cuenta usted de que representamos para nuestros hijos el más alto modelo de seguridad, coraje, fuerza, amor y bondad que existe?

No es fácil ser papá. No, no, espéreme, no me estoy quejando, ni tomando su hombro como pañuelo para secar las lágrimas que me ha hecho brotar este privilegio que Dios me confiere. Lo que en el fondo quiero decir es que es difícil llenar esos zapatos. Todos los días me revisto con ese ropaje de ser papá y créame que cada vez siento que me queda más grande. El día de ayer recibí muchas felicitaciones y agradecí cada una por educación pero pensando para mis adentros “como si las mereciera”. Y es que, ¿sabe qué? Estoy seguro de lo siguiente:

Uno es papá porque biológicamente hizo la primer tarea, quizás la más sencilla, claro está. La segunda ya fue un poco más complicada, ya que ahí sí hubo que poner poquito más de esfuerzo para cumplir con las desveladas de los primeros meses, los cambios de pañales, los doctores, la escuela, los primeros raspones de rodillas y las descalabradas, los berrinches y el constante lidiar con “es que tú no me comprendes, no te metas en mi vida”… pero entre la primera, la segunda y las que siguen, la más difícil de todas es la de la que nuestros hijos crezcan convencidos de que uno es el mejor papá del mundo. ¡Pobres de ellos! ¡Como no conocen a otros! Y digo difícil porque no pasa un día en que no le diga yo a Dios: “Señor, ¿por qué no les diste un mejor padre a estas almas, hijas tuyas?” ¡Nuestros hijos no nos merecen! ¡Merecen algo mejor! Y es de este pensamiento del que yo concluya lo que le vengo diciendo: ¡no es fácil ser papá! ¡No es fácil llenar esos zapatos! ¿Se ha dado cuenta usted de que representamos para nuestros hijos el más alto modelo de seguridad, coraje, fuerza, amor y bondad que existe? ¡Dígame en verdad usted si no es difícil ser papá!

No señor, ni usted ni yo estamos a la altura de todas esas felicitaciones. Pero, aquí entre nos, yo las disfruté como si me las mereciera porque, ¿sabe qué? El amor que nos dispensan nuestros seres queridos no es decisión nuestra, ni, por lo tanto, queda a nuestro escrutinio, sino que nos viene como ese inmerecido regalo desde los corazones de quienes se origina y eso, créamelo, es lo que le da su verdadero valor.

Así que cada vez que le llamen “papá” dese usted cuenta del compromiso que el concepto en que lo tienen conlleva y trate de estar a la altura porque trae consigo una importante serie de consignas: “no te rindas”; “te necesito fuerte”; “quiero ser como tú”; “sé que cuento contigo”; “no me dejes solo todavía”, y otras tantas que dejan claro que no hay otro para suplir el papel que desempeñamos. A la mejor no como quisiéramos, pero, confíe en mi, suficiente e insustituible.

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