El derecho a la paz

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Todos anhelamos la paz. Aún los que están a favor del aborto. Y si bien este pensamiento de la Santa de Calcuta no puede hacer eco en quienes, para empezar, no consideran que lo que se gesta en el seno de una mujer en un embarazo es un ser humano, sí debería de mover un poco la conciencia.

He escuchado varios comentarios de quienes están indignados por que la corte suprema de los Estados Unidos revocó el derecho constitucional al aborto, lo que implicará que el aborto será prohibido en casi la mitad de los estados de ese país, medida que celebramos todos los que estamos a favor de la vida. Debo de confesar que, si bien dichos comentarios no me sorprenden, sí me entristecen.

Santa Teresa de Calcuta expresó alguna vez este pensamiento: “La amenaza más grande que sufre la paz hoy es el crimen del niño inocente no nacido. Si una madre puede matar a su propio hijo en su seno ¿qué impedirá que nos matemos unos a otros?” Le invito a reflexionar al respecto.

Todos anhelamos la paz. Aún los que están a favor del aborto. Y si bien este pensamiento de la Santa de Calcuta no puede hacer eco en quienes, para empezar, no consideran que lo que se gesta en el seno de una mujer en un embarazo es un ser humano, sí debería de mover un poco la conciencia de todos los que, conscientes de lo que implica, subordinan el derecho de un inocente a la vida al supuesto derecho de las mujeres “a decidir”. ¿Quieren paz? No sean hipócritas, comiencen por tener un poquito de coherencia.

Todos los que estamos atemorizados por los crímenes que, con cada vez mayor frecuencia y flagrancia está perpetrando el crimen organizado, deberíamos de detenernos un poco a pensar si no somos un tanto culpables de lo que ocurre ya sea por nuestra falta de formación o por simple indiferencia. Andamos por ahí todos asustados e indignados por la pasividad de nuestras autoridades pero salimos a las calles a aplaudir a las mujeres que van y pintarrajean y destruyen la propiedad ajena para “hacerse oír” por la sociedad en sus exigencias de la protección a un libertinaje asesino.

Y si una mujer con un embarazo no deseado, en su miedo o su ignorancia, quiere librarse de aquello, debe de encontrarse frente a frente con una autoridad que protege y defiende a un ser humano, especialmente al más indefenso porque la mujer debe de ser libre de decidir, sí, pero antes de que sus decisiones tengan consecuencias irreversibles. Si una autoridad omite esto por mero populismo o conveniencia política está faltando a su propósito de establecer un estado de derecho y se está quedando lejos, muy lejos, de construir caminos hacia la paz.

De manera que, considérelo usted: ¿no estaremos equivocados con las decisiones que como sociedad hemos estado tomando? ¿No seremos acaso nosotros mismos los que hemos puesto las condiciones para que este cóctel de inestabilidad social se haya ido preparando? Regáleme el beneficio de la duda y, antes de expresar su simpatía con quienes están a favor del aborto, piénselo dos veces. Su paz y la mía están en juego.

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