Diez cosas 4

Dejemos de pensar en los otros. Pensemos en nosotros mismos. Ser hoy mejor que ayer, como un propósito o meta fijada la noche anterior.
Cada día que te levantas tienes un nuevo trabajo: ser mejor que el día de ayer.
Se trata de una idea que se lee muy inspiradora pero que representa quizás el reto más importante para una persona.
La esperanza de vida en México en 2024, según el INEGI, es de 75.5 años. Si consideramos que una persona puede estar consciente de ponerse retos, digamos, desde los diez años, esto quiere decir que tiene 23,907.5 días para irse perfeccionando así mismo cumpliendo con el reto de ser mejor que el día de ayer. ¡Imagine usted cómo irían las cosas si todos nos pusiéramos ese reto y lo cumpliéramos!
Dejemos de pensar en los otros. Pensemos en nosotros mismos. Ser hoy mejor que ayer, como un propósito o meta fijada la noche anterior, antes de dormir o justo al levantarse, antes de hacer nada, como un resorte que se activa apenas suena el despertador, implica un montón de cosas: Desde el no hacer como del hacer. ¿Qué no hacer? Reñir en la familia, en el trayecto al trabajo y en el trabajo mismo. Volver a casa con la misma actitud. No infringir ninguna ley ni violentar el derecho de algún tercero. ¿Qué hacer? Conservar una sonrisa durante todo el día, sin importar si las cosas van bien o no, saludar amablemente, utilizar en todo las palabras mágicas: “por favor” y “gracias”, establecerse metas en el trabajo y cumplirlas, ser productivo y dar el extra, y detenerse al final del día a hacer un rato de oración para dar gracias a Dios por todo lo bueno que se vivió ese día y pedir fuerzas para cumplir al día siguiente con el propósito de ser mejor que ese día que acaba de terminar.
¿Parece sencillo verdad? Algunas veces lo será, cuando las aguas estén serenas. Pero cuando haya que remar a contracorriente es cuando se tiene que doblegar el esfuerzo de mente y corazón para que la cadena no se rompa.
Ciertamente es indispensable que exista un buen por qué o una serie de porqués. Es decir una razón, un motivo, un “buen pretexto”. Y le voy a decir un secreto: el amor todo lo puede. Hay que agarrarnos fuerte de esa facultad que Dios nos dio para pasar al siguiente nivel cada día. Primero, del amor a uno mismo, pero me refiero al amor REAL a uno mismo, no al egoísmo o la egolatría. Después, del amor a la familia, a los seres queridos, a los que nos dan siempre la mejor razón para levantarnos de nuestras caídas y, por último del amor a Dios, que se realiza y vive de forma práctica en el amor a los demás, a los que no conozco, pero que son precisamente a quienes Él me pide que ame.
Así que, ¿cómo ve? ¿Empezamos hoy mismo?