Aprendiendo una lección

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Muchos debemos de aprender que hay otras muchas voces que, en ciertos ámbitos, no hemos estado dispuestos a escuchar.

¿Qué sucedió el pasado domingo 2 de junio? Varios -por lo menos yo en lo personal- recibimos una muy importante lección: Vivimos en una burbuja, en una esfera de cristal. Hacia las siete de la noche comenzamos a recibir una noticia que no creíamos, o más bien que no queríamos creer: El partido en el poder había ganado las elecciones presidenciales. Y las ganó de forma arrasadora, indiscutible, casi incuestionable. Está claro que la competencia no estuvo pareja porque desde la propia presidencia se hizo campaña durante seis largos años y, al definir a la candidata oficial se movió todo el aparato estatal para asegurarle la victoria. Pero quedó igualmente claro que en proporción de casi dos a uno los mexicanos optaron por la continuidad de un proyecto con el que poco más de la tercera parte de los que acudimos a las urnas a votar estamos en desacuerdo.

El lunes pasado fue un día más bien sombrío para esa poco más de tercera parte del electorado. Una mezcla de enojo, frustración, a veces tristeza y otras miedo, han sido los sentimientos dominantes en las conversaciones que muchos hemos venido sosteniendo desde entonces y también los que se asomaron en los perfiles de nuestras redes sociales. Insisto, no lo queríamos creer. En intentos desesperados por encontrarle una explicación se llegó a hablar de fraude. Hubo quienes comenzaron una especie de movimiento compartiendo una liga para enviar fotos de los resultados de sus casillas pero… ¿para qué? Esta teoría conspiratoria habría podido tomar forma si la diferencia en las preferencias electorales de una y otra candidata hubiera sido de un margen reducido pero eso no sucedió.

La lección, le decía, que muchos debemos de aprender de esto es que hay otras muchas voces que, en ciertos ámbitos, no hemos estado dispuestos a escuchar y que hoy nos enviaron una pequeña notita: “aquí estamos”. Y así como, debemos de aceptarlo, muchos de nosotros más de una vez dijimos “¿cómo es posible que todavía quede alguien que piense que ese partido es una buena opción?” es importante tener claro que hubo otros dos que pensaban: “¿cómo es posible que haya alguien quien no crea en este proyecto?” Y por cada uno de nosotros que detesta al titular del ejecutivo otros dos creen en él. Y si en el pasado alguno de nosotros llegó a pensar que cierto tipo de gente -la que simpatiza con el partido oficial- le viene sobrando a nuestro México ahora más bien parecería que somos los que no simpatizamos con él los que constituimos un estorbo.

No se trata de que todos abracemos la misma ideología, por supuesto. Pero vale la pena que usted y yo nos pongamos a pensar si no ha sido la arrogancia de nuestras “élites” la que hizo a nuestra candidata perder la elección. ¿Qué lección recibió usted?

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