Ama y haz lo que quieras

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Al igual que usted, he sufrido la incomprensión de más de alguno de aquellos a quienes considero los más cercanos, y no una, sino varias veces.

Esta máxima de San Agustín lleva un par de días haciendo eco en mi corazón. Y espero que, después de acompañarme en esta reflexión, comience a hacer eco en el suyo también.

Al igual que usted, he sufrido la incomprensión de más de alguno de aquellos a quienes considero los más cercanos, y no una, sino varias veces. Y he llegado a preguntarme -también seguro al igual que usted- “¿para qué?”. ¿Para qué empeñarse en amar a esa persona a la que le resulto tan indiferente e incluso incómodo? Y la respuesta llegó: “ama y haz lo que quieras”. Aún alejarse. Así es, se puede seguir amando a alguien en el exilio, guardando la distancia, y no aferrándose a mendigar las migajas de su correspondencia, no más.

Es como iniciar una “operación cicatriz” con uno mismo y decir “hasta aquí. No te juzgo por no corresponderme, pero doy media vuelta y me voy aceptando que te seguiré amando, pero también consciente al fin de que quizás no merezcas ese amor y tal vez por eso nunca fue para ti”.

Y, pues, en realidad resulta que a veces también hay que quererse un poquito a uno mismo, ¿no cree usted?  Y es que es bien interesante si lo reflexionamos a fondo: amar a otro no es esclavizarse a éste ni aferrarse a su contentillo pues aún se puede “hacer lo que uno quiera”. “Ama y sigue siendo libre” podría parafrasearse. Y es que si no existe libertad lamento informarle a usted que ya no existe amor: Se ama en la libertad o no se ama.

Y siguiendo por esta misma línea ¿quién, ejerciendo la facultad de amar, haría el daño a alguien? Imposible. Quien es capaz de amar sólo hará el bien. Porque el amor así entendido es una conducta, un modus vivendi, no la pobre expresión de un sentimiento a veces rebajado a una triste mercadería que se pretende conseguir con superficiales obsequios un catorce de febrero o un veinticinco de diciembre.

“Ama y que el viento te lleve, que al fin te traerá de vuelta, no porque me pertenezcas, sino porque aquí es donde tú quieres estar, en pleno ejercicio de tu libertad, don preciadísimo que el propio Dios se ha prohibido a sí mismo violentar.” Y es que, de hecho, si se ama a alguien no es porque aquel lo merezca sino porque alguien libremente así ha decidido hacerlo.

Así que ¿qué me es lícito hacer? Permítame tutearlo: Pues si amas, lo que quieras. Pero si amas, de veras, pues es bien fácil que pretendas engañar o que te dejes arrastrar por un falso modelo de amor que la modernidad te ha querido imponer o por una ciega obsesión que, como ya hemos comentado, es mejor dejar en pausa que seguir aferrado a ella.

Ama y se libre. “Ama y haz lo que quieras”.

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