Cerrando el telón

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

El telón no sólo existe en el teatro; lo hay en el ámbito de la política, en los negocios e incluso en la vida personal.

Cuando se cierra el telón se suspende el vínculo entre el actor y el público; el actor se queda detrás de escena, fuera de la vista y del escrutinio de la gente que asiste a su función. El público ya no puede ver lo que ocurre en el escenario. Detrás de las cortinas, los actores pueden estar preparándose para la siguiente escena, cambiando vestuario, ajustando la escenografía, o simplemente tomando un respiro antes de continuar con la obra. Este espacio y tiempo permiten que se realicen cambios que son necesarios para la continuidad de la presentación, pero que no están destinados a ser vistos por la audiencia. Aquí se marca una linea entre los de adentro y los de afuera.

El telón no sólo existe en el teatro; lo hay en el ámbito de la política, en los negocios e incluso en la vida personal, para describir acciones, decisiones o comportamientos que no son visibles o transparentes para otros.

En un contexto político o gubernamental, cuando se cierra el telón podemos pensar que se refiere a las acciones que los funcionarios toman lejos del ojo público. Esto podría incluir negociaciones, acuerdos entre bastidores, o decisiones tomadas sin la debida transparencia. Estas acciones pueden ser problemáticas si implican falta de rendición de cuentas, corrupción, o abuso de poder, pues el público no tiene acceso a lo que realmente está ocurriendo.

En la vida personal, cuando se cierran las cortinas puede simbolizar lo que ocurre en la privacidad del hogar o en la intimidad de las relaciones personales. A menudo se refiere a lo que una persona o familia hace en privado, fuera de la vista de los demás. Esto puede incluir aspectos tanto positivos como negativos, desde compartir momentos de cercanía hasta esconder problemas o comportamientos que no se quieren mostrar al exterior.

Independientemente del contexto, cerrar el telón es una expresión que subraya la importancia de la transparencia y la apertura. Si bien hay momentos en que la privacidad es necesaria y respetable, la falta de transparencia en ámbitos donde la rendición de cuentas es crucial puede llevar a una desconexión entre lo que se muestra públicamente y lo que realmente sucede. En la política, por ejemplo, esto puede socavar la confianza pública y fomentar un entorno en el que las decisiones se toman sin un adecuado control democrático. La transparencia no es un lujo, es una necesidad esencial para el funcionamiento de una sociedad democrática.

Hoy estamos ante un escenario previo a la culminación de un período de gobierno y la correspondiente entrega de la administración pública a un nuevo equipo que tomará en sus manos los haberes y las carencias; las urgencias y compromisos, las amenazas internas y del exterior, los ideales y las circunstancias de la realidad; las esperanzas y anhelos de la población, y el peso del pasado reciente y el futuro inmediato y los mexicanos queremos ver la dimensión real de las circunstancias en las que la nueva presidenta, la Doctora Claudia Sheinbaum recibe la casa, pero no lo vemos si se cierran las cortinas, porque no habrá más instancias autónomas que propicien información y comunicación entre los actores y el público; entre gobernantes y gobernados.

Todo lo que ocurra en este proceso de entrega recepción será fuera de la vista del público, de manera tal que podremos optar por imaginarnos que todo está bien, o creer lo que nos digan sin tener elementos para dimensionar la realidad, o bien, ubicarnos en la duda y en la incredulidad.

La desaparición de los órganos de transparencia en el quehacer gubernamental, aunque se quiera suavizar con la promesa de que se van a reubicar estas funciones en otras áreas, puede significar un serio retroceso para la democracia y el estado de derecho.

Los órganos de transparencia, como los institutos de acceso a la información pública, han sido creados para asegurar que las acciones del gobierno se realicen bajo el escrutinio público. Son verdaderos contrapesos a la opacidad y la corrupción, que permiten a la sociedad civil, medios de comunicación y otras entidades, fiscalizar el uso de los recursos públicos y las decisiones gubernamentales. Además, son esenciales para la construcción de una cultura de transparencia y ética en la administración pública.




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