Humildad, amor, gratitud

Imposible olvidar aquella madrugada fría de la tercera semana de enero de 2007. No hallaba cómo comunicar a mi papá que había sido nombrado Obispo. Como pude le dije y él, mirándome con ternura de padre, dijo con voz entrecortada: “hijo, mientras más alto subas, hazte más pequeño”. No esperaba tal comentario. ¿De dónde sacó … Leer más

Imposible olvidar aquella madrugada fría de la tercera semana de enero de 2007. No hallaba cómo comunicar a mi papá que había sido nombrado Obispo. Como pude le dije y él, mirándome con ternura de padre, dijo con voz entrecortada: “hijo, mientras más alto subas, hazte más pequeño”. No esperaba tal comentario. ¿De dónde sacó mi papá esa sabiduría y el don de consejo?

“Hijo mío, hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas…”, dice el sabio en la primera lectura. “…El que se humilla será engrandecido”, afirma contundente Jesús en el Evangelio. No hay duda de que el Evangelio es la sabiduría de Dios que da el horizonte trascendente a la sabiduría humana.

Ésta se adquiere en la meditación de su presencia sencilla -de grano de mostaza- en las realidades pequeñas de cada día. La fe en Jesucristo es la más completa escuela de/para la vida.

Jesús observa en la parábola que escuchamos el pequeño detalle de lo que sucede en un banquete para enseñarnos sobre el Reino de Dios. En él, a diferencia de lo que sucede en nuestras fiestas, no habrá peleas por los primeros lugares, sillas apartadas, preventa de boletos… Sólo la igualdad humilde, vivida a lo máximo, va a recibir el gozo de la fiesta sin fin. Entonces, pobres hasta el extremo, el amor va a mostrar su rostro divino, su plenitud de resurrección.

El Reino de Dios es humildad y amor pleno, amor gratuito y humildad. Por tanto, no se vale pisar los pies y aplastar la cabeza de los demás para trepar y ocupar los primeros lugares. En el Reino, los lugares no se merecen, se reciben con humildad, son cuestión de amor genuino. Tampoco se vale pensar, planear y ejecutar proyectos teniendo como móvil amores interesados. En el Reino todo es gratuidad y misericordia.

¿Es posible vivir esto en una sociedad en la que parece que todo se compra/vende? ¿Cualquier acción humana, aún la hecha con cariño y por amor, ha de recibir un pago? Si abrimos los ojos a nuestro alrededor vamos a mirar que sí hay amores desinteresados: los que se hacen a los pobres que nunca podrán pagarte. Hay voluntariados que se entregan sin reserva, pequeños gestos de compasión amasados en el silencio y la sencillez, amores fieles por encima de cualquier cálculo, acompañamientos gratuitos que sólo buscan el bien común. Hay personas sencillas que son sabias porque viven la humildad y el amor gratuito.

Nuestro mundo necesita de cristianos que irradien la humildad y el amor misericordioso de Jesucristo. Su misión es ser fermento de bondad/verdad ante tantas corrupciones, sal de la tierra ante vidas desabridas, luz ante las confusiones y las mentiras prometeicas que siembra la soberbia. Sus tareas son construir humanidad, luchar contra una mentalidad materialista que busca ser retribuida, implicarse hasta el fondo en el bien común.
Aprecio y agradezco la sabiduría humilde de nuestros padres.
Con mi bendición, válida para todo el mes de septiembre 2019.

*Obispo de/en Zacatecas




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