Una emoción extraña

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Como aún no tenían la suficiente confianza en los servicios médicos recién instalados en la clínica de la comunidad, su mamá lo llevó con la curandera del pueblo. Su hijo no mejoraba de un dolor colocado a la derecha del cuello; los fomentos de agua caliente que le ponía antes de acostarse, le permitían levantarse … Leer más

Como aún no tenían la suficiente confianza en los servicios médicos recién instalados en la clínica de la comunidad, su mamá lo llevó con la curandera del pueblo. Su hijo no mejoraba de un dolor colocado a la derecha del cuello; los fomentos de agua caliente que le ponía antes de acostarse, le permitían levantarse mejor, pero por la tarde regresaba con la misma molestia.

Para él era emocionante acercarse a casa de una muchacha y esperar escondido tras la tapia más cercana, a que saliera rumbo a la escuela: siempre iba acompañada por otras estudiantes. Dejaba que tomaran distancia y luego iba buscando las huellas de su andar para hacerlas coincidir con sus pasos. Cuando el sendero lo permitía, hasta imitaba la cadencia de su caminar. Qué sensación más grata tener ese contacto con la chica de sus sueños.

En el recreo buscaba un lugar próximo a la cancha, para llenar la pupila con su imagen, mientras aquella jugaba voleibol. Ésta era su manera de pasar el tiempo en el descanso: verla jugar con sus compañeras, disfrutar de su alegría, su sonrisa, divirtiéndose: rechazaba las invitaciones a formar parte del partido en alguno de los equipos, seguramente porque al involucrarse en el juego, perdería la oportunidad de contemplarla.

Empezó a poner atención en la limpieza de su calzado, para ser digno de pisar sus huellas.

Aquel día experimentó la mayor turbación de su vida, porque intentando localizar los pasos entre el tropel de compañeros camino al salón de clases, en cierto momento quienes se interponían entre ambos, corrieron en direcciones distintas y su inercia le sorprendió al sentir que casi la atropellaba, pues la chica frenó en el marco de la puerta del aula, al ver dentro al profesor. Antes de pedir permiso para entrar giró su cabeza, quizá correspondiendo a sus miradas, despidiendo un suave aroma de su pelo rizado y limpio. Él aspiró profundamente sin poderlo evitar, sintió perder el equilibrio. Sosteniéndose del marco de la entrada balbuceó la solicitud de acceso a la estancia, ruborizado al máximo, transpirando abundantemente, con el corazón a punto de salir por su garganta y la respiración acelerada, cayó a la banca encontrando un reconfortante reposo.

Su mamá seguía preocupada por el padecer del muchacho. Sintió aumentado el peso de estar sola, a cargo de los tres hijos, mientras su esposo trabajaba “en el otro lado”. “¿Qué tendrá tu hermano?” pensó en voz alta ante el hijo menor, quien indiscreto y espontáneo contestó: “ ¿qué no se ha fijado que hasta carga peine?, está enamorado de Toña”.

Como en el salón escolar el adolescente tenía asignado el primer pupitre de la fila y ella estaba en el último de la contigua, inconscientemente dejaba de poner atención a la exposición docente para observar cautivado a su amor platónico.

Cupido ronda insistente por entre los grupos de estudiantes de segundo grado de secundaria.

*Mtro. Huberto Meléndez Martínez. [email protected] Director de Educación Básica Federalizada.




Más noticias

Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez

Contenido Patrocinado