Renuente en la cooperación
Los intereses personales se anteponen a las obligaciones de la comunidad.
Al amigo y compañero de proyectos Julio Rodríguez Ramírez.
Se daría a conocer la lista de ejidatarios incumplidos y ocultar el morbo en algunos asistentes era inevitable.
El tema se había tratado en la ocasión anterior y, para dar seguimiento a los asuntos pendientes, se leyó el listado. La pretensión era presionar públicamente a los morosos, conocidos por todos. Eran pocos, así que uno a uno se les pidió ponerse al corriente en los siguientes días antes de la próxima sesión.
Don Camilo, un hombre sencillo, humilde, trabajador y padre de cinco hijos, que se había incorporado al ejido hacía tres años, dijo que tenía dificultad para pagar esa y las otras cuotas acordadas para la escuela. Consideraba que era mucho dinero y sus posibilidades eran limitadas.
Se le insistió en que definiera un plazo. Más por terminar el asunto que por concretar una fecha de compromiso, simplemente dijo que iba a ver si después podría.
Las asambleas se realizaban a fin de mes y en esa ocasión coincidió con la cercanía de la conclusión del ciclo escolar, por esa razón se contaba con la presencia del Mtro. Lomelí, uno de los tres profesores de la escuela Primaria de aquella pequeña comunidad, comisionado en la Dirección de la escuela Primaria.
“El juez debates” (así le decían al Presidente de la mesa de los debates, generalmente era el Pdte. del Comisariado Ejidal) pidió a la asamblea dar la voz al profesor de la escuela, para que pudiera retirarse porque debía viajar de regreso a su hogar conduciendo su motocicleta a oscuras por la polvorienta terracería de siete kilómetros.
El maestro se puso de pie, aclaró la garganta con un sonido grave para exponer… “Señores: tenemos programada la ceremonia de graduación’ de los de sexto’ para el viernes 23 del mes próximo. Estamos a cuatro semanas y debemos organizarnos. Les propongo que, para tener una buena fiesta, contratemos un grupo musical ‘que suene’ y como son escasos los fondos económicos que tenemos, solicito la aportación ejidal”.
El primero en expresarse fue Camilo: “Estoy de acuerdo con él profesor, que nos diga cuánto se necesita para echarnos la ‘cooperacha’. Claro que va a sonar la fiesta. ¡Cooperemos, compañeros!”.
Esa incongruencia manifestada por lo sucedido apenas al inicio de la asamblea exasperó a algunos. ¿Tenía o no dinero para cubrir las cuotas pendientes con el ejido? Ahora estaba promoviendo la asignación de una más sin tener certeza de cuándo cubriría sus adeudos, pero como casi en todo hay una explicación, la mayoría sabía que su vecino tenía un niño que formaba parte de los graduandos.
Era obvio que el señor pensaba para si: “Primero mis hijos yo apenas aprendí a medio leer y escribir sin ir a la escuela y estamos muy contentos que el hijo mayor tenga un certificado de Primaria. Nadie de mis ancestros llegó a tanto”
Aquel acontecimiento debía festejarse con bombo y platillo. Representaba el mejor logro histórico familiar.