Inexperiencia

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Con alguna frecuencia, el maestro sorprendía en su forma de iniciar la clase. En esta ocasión emitió una expresión que usualmente causaba temor: “Saquen una hoja de su cuaderno”. De seguro habría un examen sorpresa y los semblantes de los alumnos denotaron estupor. Resignados obedecieron. Varios pidieron anuencia para sacar punta al lápiz, acercándose al … Leer más

Con alguna frecuencia, el maestro sorprendía en su forma de iniciar la clase. En esta ocasión emitió una expresión que usualmente causaba temor: “Saquen una hoja de su cuaderno”.

De seguro habría un examen sorpresa y los semblantes de los alumnos denotaron estupor. Resignados obedecieron. Varios pidieron anuencia para sacar punta al lápiz, acercándose al cesto de basura, colocado detrás de la puerta de entrada del salón y aprovecharon para intercambiar algunas palabras como… “¿De qué será el examen? No recuerdo los temas que abordamos la vez pasada”, entre otros.

No faltó la compañera que simulando inocencia, mencionó: “maestro, ¿de qué nos va a preguntar?¿El resultado contará para la calificación mensual?”, porque los estudiantes generalmente dan demasiada importancia a los números de su boleta, los colocan en el centro de la actividad escolar, cuando debiera ser solo un elemento referente sobre sus aprendizajes.

Instantes después, cuando todos estaban en sus respectivos lugares, escribió en el pizarrón el nombre del secretario de Educación del Estado y pidió que elaboraran una solicitud de empleo a esa autoridad.

Mientras una parte del grupo “puso manos a la obra”, otros, desconcertados quedaron quietos. Quizá los más audaces, flexionaron con la cara a la paleta del pupitre y ocultándose con la humanidad de sus condiscípulos de enfrente, volteaban a ver a sus compañeros con la pregunta en los labios “¿Cómo se hace?”.

La respuesta era un gesto facial o corporal, alzando los hombros en señal de desconocimiento.

Fueron muy largos los primeros minutos, pero demasiado cortos los últimos, para quienes ya habían hecho un esbozo y “se les fue soltando la pluma”.

Concluido el tiempo, el docente recogió los trabajos y fue organizándolos sobre el escritorio en un criterio determinado.
Con el fin de ilustrar varios ejemplos, informó que leería algunas redacciones a la concurrencia, reservando la identidad de los autores.

Empezó por leer los trabajos que provocaron risas porque se dirigían al funcionario como si fuera un familiar, con saludo, deseos de felicidad y salud en su hogar; otros más lacónicos y parcos; varios más en tono personalizado; otros corteses y amables; alguno sin lugar y fecha, otro más sin exponer el asunto. Hubo uno con redacción formal e impersonal, donde aparecían los datos del remitente, asunto, lugar y fecha, destinatario, exposición de motivos, petición, despedida y datos y firma del solicitante.

Dijo que tenía conocimiento sobre la falta de formación en la tarea asignada, pero había encontrado esa estrategia para hacer patente la necesidad de saber actuar ante una circunstancia que estaba por presentarse en su devenir profesional.
El ejercicio fue enriquecedor, porque estos alumnos estaban a punto de graduarse en su carrera y ocuparían de esa importante herramienta para acceder a un trabajo.

Actualmente existen en la red de internet numerosos ejemplos de redacción y formatos despersonalizados, lo que inhibe la posibilidad de ejercitar la redacción de documentos oficiales.

*Director de Educación Básica Federalizada




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