Pero sin prisas
Vivir una vida afectuosa, compasiva y honesta no es una carrera contra el tiempo; cada paso en la dirección correcta es valioso.
No hay prisa, si en la vida cotidiana llevas una buena subsistencia honesta, cariñosa, compasiva, de servicio, menos egoísta, entonces automáticamente te llevará a la felicidad.
La felicidad es un resultado natural, no se busca directamente, sino que es un subproducto de nuestras acciones diarias. En lugar de perseguir el bienestar, el enfoque está en vivir de manera correcta y auténtica. Nos invita a cambiar la perspectiva en lugar de buscar ser feliz, debemos ser honestos, amorosos, generosos, serviciales y compasivos, y la felicidad sin prisa llegará sola.
El vivir una buena vida significativa es alinear nuestras acciones con valores profundos. Ser honesto y menos egoísta implica que mostramos quienes realmente somos y nos liberamos de la carga de vivir bajo pretensiones o engaños. Esta autenticidad no solo aporta paz a nosotros mismos, sino que también fortalece las relaciones con los demás, construyendo vínculos más profundos y sólidos.
La compasión hacia otros también implica compasión hacia uno mismo. Este acto no solo ayuda a otros, sino que cultiva un sentimiento de paz interna que puede llevar a una felicidad más duradera. En este sentido, la compasión nos recuerda que la conexión con los demás y el servicio son fundamentales para una vida plena.
Ser menos egoísta nos invita a poner el bienestar de otros en equilibrio con el nuestro. Dejar de lado el egoísmo permite experimentar la alegría de dar, de compartir y de sentirnos útiles para el mundo. Esta perspectiva cambia nuestro sentido de propósito, ayudándonos a construir una vida con significado más allá de las satisfacciones inmediatas.
La felicidad es un proceso pero sin prisa para enfrentar el delicado momento, tener presente siempre la muerte, nos recuerda que la felicidad y el bienestar son caminos, no metas que debamos alcanzar rápidamente. Vivir una vida afectuosa, compasiva y honesta no es una carrera contra el tiempo; cada paso en la dirección correcta es valioso. Esto nos libera de la ansiedad de tener que ser felices y nos permite disfrutar cada etapa del proceso.
Cada persona tiene su propio tiempo para descubrir y practicar el amor, la honestidad y la compasión. En un mundo donde todo se mueve rápido, pero sin prisa, es como darnos permiso para crecer a nuestro propio ritmo, sin comparar nuestro proceso con el de los demás.
Pero sin prisa, implica que las cualidades de amor, honestidad y compasión no se desarrollan de un día para otro. Es un recordatorio de que, aunque no veamos resultados inmediatos, cada esfuerzo cuenta, y cada acto compasivo o desinteresado nos acerca un poco más a la paz interior.
Muchas veces, la prisa viene de la presión por cumplir con expectativas ajenas o incluso con las nuestras. Este imperativo nos libera, sugiriendo que no tenemos que ser perfectos de inmediato. La verdadera transformación ocurre lentamente, cuando cultivamos nuestros valores internos de manera constante, sin presiones externas.
Pero sin prisas, que a las misas de réquiem nunca fui aficionado. Que el traje de madera que estrenaré, no está siquiera plantado. Que el cura que ha de darme la extremaunción, no es todavía monaguillo. JS
Felicidades a todos, larga vida en su santo y una auspiciosa reminiscencia a nuestros fieles difuntos.