Nadie da lo que no tiene

Solo podemos ofrecer lo que hemos recibido, comprensión, amor, respeto o generosidad si realmente los sentimos o valoramos internamente, y tristemente hay personas que nunca evolucionan.

Muchas veces nos desanimamos y frustramos cuando esperamos una actitud, aportación o servicio de una persona que queremos y admiramos porque no aporta lo que creemos que eso tiene. Está sentencia aparentemente simple, contiene profundas implicaciones de vida práctica, éticas y filosóficas sobre la naturaleza de dar y la autenticidad de nuestras acciones y valores.

Nadie da lo que no tiene, sugiere que nuestras acciones hacia los demás reflejan lo que llevamos dentro de nosotros. Solo podemos ofrecer lo que hemos recibido, comprensión, amor, respeto o generosidad si realmente los sentimos o valoramos internamente, y tristemente hay personas que nunca evolucionan. Este principio nos invita a ser auténticos y a reconocer nuestras limitaciones, sin pretender ofrecer lo que no es parte de nuestra esencia.

Para poder dar algo valioso a los demás, primero debemos conocer y cultivar esos valores en nosotros mismos. Ese tiene que hacer una autoexploración, al conocernos mejor y trabajar en nuestras propias virtudes, enriquecemos lo que podemos aportar a otros. Esto implica que, para ser verdaderamente generosos, debemos primero nutrirnos emocional y éticamente, si no jamás lo vamos a llevar a cabo.

La generosidad es una expresión de abundancia interior. Desde una perspectiva filosófica, dar es una manifestación de la abundancia que llevamos dentro. Solo alguien que siente plenitud puede ofrecer su tiempo, su escucha, o su apoyo sin esperar nada a cambio. Nuestra capacidad de ser generosos o compasivos no depende de factores externos, sino de la riqueza interior que hemos cultivado a través de nuestras experiencias y valores.

Necesitamos una ética de la suficiencia y del desarrollo personal, hago este cuestionamiento ético sobre la importancia de nuestra preparación y crecimiento. Por ejemplo, en profesiones de servicio o ayuda, como la educación o la medicina, solo podemos servir realmente a otros si tenemos el conocimiento, las habilidades y la empatía necesarias. Esto convierte el autodesarrollo en una responsabilidad ética, porque para dar lo mejor a otros, debemos esforzarnos primero en nuestro propio desarrollo.

Nadie da lo que no tiene, también nos invita a ser humildes al reconocer nuestras propias carencias. Este principio nos recuerda que no podemos forzar nuestras capacidades ni prometer lo que no podemos ofrecer. Ser conscientes de nuestras limitaciones es un acto de honestidad que fomenta la confianza y evita relaciones basadas en expectativas irreales.

Para construir relaciones equilibradas, necesitamos reciprocidad, y esta reciprocidad solo es posible si ambas partes tienen y comparten valores o emociones similares. Por ejemplo, en una relación de amistad, ambos deben poseer y estar dispuestos a dar respeto, lealtad y afecto. Si una de las partes no tiene estos elementos, el vínculo no podrá sostenerse.

Me llena de lástima y compasión ver cómo algunas personas no son capaces de ofrecer un favor, compartir su tiempo o cooperar en lo más mínimo, y sin embargo, reclaman constantemente lo que no están dispuestos a dar. Estas personas suelen involucrarse en todo y exigir retribuciones sin haber contribuido de manera genuina. La falta de generosidad puede ser particularmente peligrosa cuando se acumulan bienes materiales sin haber alcanzado un desarrollo interior y espiritual. Esta carencia los convierte en seres limitados y miserables en su vida cotidiana.

En contraste, quienes han descubierto el verdadero valor del servicio, experimentan cómo este acto se devuelve multiplicado, “setenta veces siete”. Dar sin esperar nada a cambio crea un ciclo de gratitud y abundancia que enriquece la vida de quien da y de quien recibe.

Al igual que un pozo vacío, una persona que no ha cultivado su interior no puede compartir nada valioso. Dar requiere que primero tengamos un proceso de introspección, desarrollo y llenado personal. Esto implica que debemos cuidar y nutrir nuestro ser, llenándolo de valores y experiencias positivas para luego poder brindarlos con autenticidad y generosidad. Por tanto, el camino hacia una vida de contribución y conexión con otros empieza en nuestro propio crecimiento. Solo cuando alcanzamos una plenitud interior estamos en capacidad de ofrecer a los demás lo mejor de nosotros mismos. 

[email protected]




Más noticias

Gerardo Luna Tumoine
Gerardo Luna Tumoine
Gerardo Luna Tumoine

Contenido Patrocinado