Fecundidad pascual

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

“Jesús tomó el pan y el pescado y se los dio a los discípulos” Juan 21,1-19   Sin dar resultados (frutos) nadie puede aspirar a ser exitoso en cualquier campo de la vida. Todos queremos ganar ganar, aunque el proceso lleve un tiempo razonable. Aplica también a la vida pascual del cristiano. Todo empieza en … Leer más

“Jesús tomó el pan y el pescado y se los dio a los discípulos”
Juan 21,1-19

 

Sin dar resultados (frutos) nadie puede aspirar a ser exitoso en cualquier campo de la vida. Todos queremos ganar ganar, aunque el proceso lleve un tiempo razonable. Aplica también a la vida pascual del cristiano. Todo empieza en el bautismo y es alimentado por la oración, la escucha de la palabra, la vida sacramental y, desde luego, la caridad.

El Evangelio del tercer domingo de Pascua es un bellísimo canto a la vida en abundancia que mana de la fe en el Señor Resucitado. La multitud de peces, volver a echar las redes, las fatigas, los movimientos, las órdenes, la confianza, la confesión de fe, el ambiente de comida, las preguntas de Jesús, las respuestas humildes de Pedro y compañía, hablan de la fecundidad del Resucitado. En el Evangelio no hay pretexto para la esterilidad, para no dar frutos. El Resucitado es vida en plenitud, fecundidad sin límites, paz en todo y para todos.

La fecundidad del Resucitado se hace realidad en el servicio que nace del amor y se expresa en la entrega incondicional. El “Pedro, ¿me amas más que éstos?” es una pregunta personalizada, aplicable a los que creen en la fecundidad del Resucitado. De ahí que ‘pastorear’ tiene necesariamente la traducción de servir con humildad, alegría y eficaz caridad.

Si Jesús ha seguido el camino de la entrega total, no se puede pedir menos a sus discípulos. La fecundidad exige cultivar diariamente el amor de entrega; no florece en macetas, ni sólo con buenos deseos. Cuando Pedro se “anuda a la cintura la túnica” hace lo que Jesús hizo en la última cena. Con este gesto se nos indica que la única manera de reconocer al Resucitado y ser su discípulo es servir, ponerse el delantal todos los días y hacer del servicio estilo alegre de vida.

Divina Misericordia, contemplamos agradecidos el domingo pasado. Hoy es la misma Misericordia que se hace fecundidad en el diario vivir. El amor, el “tú sabes que te amo” puede convertir los desiertos en vergeles de amor alegre y eficiente. Cuando damos sin medida, al estilo divino, los frutos están asegurados, la red se llena de peces.

El diálogo de Jesús con Pedro nos compromete. Tres veces pregunta acerca de la veracidad de su amor. Éste responde con humildad después de la abundancia de la pesca. Todo se centra en los frutos del amor que se verán en el apacentar bien a la gente encomendada. El Evangelio subraya que la cualidad de alguien que pretenda hacer cabeza en una comunidad es su disponibilidad para amar. Sólo así habrá frutos en abundancia.

No debiera haber cristianos estériles/infecundos en una sociedad tan necesitada de la fecundidad del amor de Dios, que vive con tantas incertidumbres e inseguridades. Los frutos de la Pascua están ahora en nuestra cancha. ¿Jugamos a la ofensiva?  Familia, escuela, gobernanza, tejido social, redes, justicia, solidaridad, medio ambiente… son el nombre de nuestra cancha.

Bendigo con amor pascual a su familia y sus trabajos en este mes de mayo.




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