En 2022 desconfiemos de los pronosticadores

Eduardo Ruiz-Healy.
Eduardo Ruiz-Healy.

“Todos los días, los medios de comunicación difunden predicciones sin informar, o incluso preguntar, qué tan buenos son los pronosticadores que hicieron los pronósticos. Todos los días, las corporaciones y los gobiernos pagan por pronósticos que pueden ser proféticos o inútiles o algo intermedio. Y todos los días, todos nosotros: líderes de naciones, empresarios, ejecutivos, … Leer más

“Todos los días, los medios de comunicación difunden predicciones sin informar, o incluso preguntar, qué tan buenos son los pronosticadores que hicieron los pronósticos.

Todos los días, las corporaciones y los gobiernos pagan por pronósticos que pueden ser proféticos o inútiles o algo intermedio. Y todos los días, todos nosotros: líderes de naciones, empresarios, ejecutivos, inversionistas y votantes: tomamos decisiones críticas sobre la base de pronósticos cuya calidad desconocemos”. Esto lo afirman Philip E. Tetlock y Dan Gardner en su libro Superpronosticadores: El arte y la ciencia de la predicción (Katz Editores, Buenos Aires 2017).

Por eso es tan difícil saber con certeza qué sucederá en 2022.

Tenemos una idea general de lo que viene, pero muy pocos somos capaces de pronosticar con precisión el futuro. Es más, los pronosticadores que son expertos generalmente fallan, como lo demuestran una y otra vez los que hacen pronósticos económicos para un determinado periodo.

Sin embargo, hay individuos que tienen una habilidad especial para pronosticar el futuro. Sobre este libro, el ganador del Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman ha dicho: “Es un manual para el pensamiento sistemático en el mundo real. Este libro muestra que, en las condiciones adecuadas, las personas normales son capaces de mejorar su juicio lo suficiente como para vencer a los profesionales en su propio juego”.

Tetlock, que es profesor de Psicología y Administración en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania, realizó varios torneos de predicción entre 1984 y 2003 y descubrió que los pronosticadores a menudo “eran solo un poco más precisos que el azar y, por lo general, peores que los algoritmos de extrapolación básicos, especialmente en cuanto a pronósticos a tres y cinco años de distancia”. También descubrió que los pronosticadores que aparecen o son citados en los medios de comunicación son especialmente malos y que parece haber una relación inversa entre la fama del pronosticador y la precisión de su pronóstico.

De 2011 a 2015 Tetlock invitó a 20 000 voluntarios a pronosticar el futuro y descubrió que 2% de los participantes eran “superpronosticadores” capaces de pronosticar eventos con mayor precisión que el azar y que los pronosticadores profesionales. Estas personas “no son gurús ni oráculos con el poder de mirar décadas hacia el futuro, pero lo hacen. Tienen una habilidad real y medible para juzgar cómo es probable que se desarrollen los eventos de alto riesgo dentro de tres o seis meses, un año o un año y medio.

Y son muy buenos debido a lo que hacen. La previsión no es un don misterioso que se otorga al nacer; es el producto de formas particulares de pensar, recopilar información y actualizar creencias”. Además, “estos hábitos de pensamiento pueden ser aprendidos y cultivados por cualquier persona inteligente, reflexiva y decidida”.
En conclusión, desconfiemos de los pronosticadores más populares, los que aparecen con frecuencia en los medios de comunicación. Antes que nada, dediquemos tiempo para investigar qué tan precisos han sido en el pasado y confiemos solo en aquellos que han pronosticado el futuro con mayor exactitud que los demás.




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