El derecho a una sociedad abierta

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

Una sociedad abierta es imperativamente racional. Y la forma en que hemos articulado social y políticamente la racionalidad es a través de los derechos humanos. La construcción de garantías democráticas es nuestro seguro para preservar la dignidad, no sólo colectiva, sino también individual.  El filósofo Karl Popper nos dice que la sociedad cerrada es aquella … Leer más

Una sociedad abierta es imperativamente racional. Y la forma en que hemos articulado social y políticamente la racionalidad es a través de los derechos humanos. La construcción de garantías democráticas es nuestro seguro para preservar la dignidad, no sólo colectiva, sino también individual.  El filósofo Karl Popper nos dice que la sociedad cerrada es aquella dominada por el pensamiento mágico y supersticioso, la que considera que las instituciones, costumbres y leyes son inamovibles, tan eternas como los ciclos regulares de la Naturaleza y, como tales, gobernadas por un autoritarismo casi teocrático. En la sociedad cerrada las jerarquías sociales son rígidas, pues se asume que el orden social corresponde a un orden natural, y en él cada persona conoce su valor no por sus cualidades como individuo, sino por su lugar como parte de una casta y de una tribu.

Los griegos fueron los primeros en empezar a romper la sociedad cerrada e iniciar el proceso de transición hacia una sociedad abierta. Ellos fueron los primeros en buscar explicaciones racionales para los fenómenos de la naturaleza; en admitir que las leyes y las costumbres son productos de las sociedades, y que pueden ser juzgadas y modificadas; fueron los primeros en anunciar la común naturaleza de todos los seres humanos, independientemente de la nación o la raza.

Una sociedad abierta se caracteriza porque se reconoce a las personas como entes individuales, con libertades y responsabilidades, como fines en sí mismos y no como ‘partes de un organismo’. Una sociedad abierta es en la que todo en la vida política y social, incluso las costumbres y las tradiciones más sacrosantas, incluso las instituciones más reverenciadas, puede ser objeto de discusión y análisis, y puede ser transformado sin necesidad de violencia.

Sobre todo, una sociedad abierta se guía por los valores humanitarios que hacen inadmisible que un ser humano padezca un sufrimiento que puede ser evitado.  Como ocurrió en el mundo antiguo, cuando los griegos se lanzaron al mar y contactaron con civilizaciones distintas y lejanas, hoy en día la globalización y la hiper conexión nos obliga a mirar a Otro (así en mayúsculas). Incluso al interior de nuestras fronteras estatales podemos observar la diversidad y pluralidad, lo cual no hace cuestionarnos nuestra propia forma de ver el mundo, y platear nuevas perspectivas de la realidad.

Para Popper, ser racional no es sólo aceptar las evidencias y pensar con lógica, sino estar abierto a la crítica, tener siempre en mente que yo puedo estar equivocado y tú puedes estar en lo correcto. La racionalidad no es algo que uno posea, como la estatura, ni depende sólo de las facultades intelectuales (individuos brillantes pueden ser muy irracionales). La razón es algo que se ejerce, y que se construye en el diálogo con los otros, al someter nuestras ideas al escrutinio de los demás, y vernos obligados a defenderlas o reconocer sus debilidades para modificarlas.

El verdadero racionalismo es el de Sócrates, que invita ante todo a reconocer las propias limitaciones, que sabe que un debate rara vez podrá servir para dar con la verdad, pero que es la mejor forma que tenemos para aprender y corregirnos los unos a los otros. Para ello se requiere de la libertad de pensamiento y expresión.

Ante los retos del presente, trabajemos en colectivo por una sociedad racional, por una sociedad abierta, por una sociedad de derechos para todos y todas.




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