Egos heroicos y Punto Final

Durante todo el año, pero mucho más en septiembre, mes patrio y de informes de gobierno, he escuchado a decenas de gobernantes quejarse porque el pueblo no los quiere, porque se les critica, o porque no son valorados en la dimensión que ellos creen merecer. Se entiende el ego heroico, pero no se justifica; ejercer … Leer más

Durante todo el año, pero mucho más en septiembre, mes patrio y de informes de gobierno, he escuchado a decenas de gobernantes quejarse porque el pueblo no los quiere, porque se les critica, o porque no son valorados en la dimensión que ellos creen merecer.

Se entiende el ego heroico, pero no se justifica; ejercer un cargo público para ser querido, admirado convertirse en prócer es uno de los peores caminos.

La historia de bronce nos presenta una vida nacional protagonizada sólo por héroes o villanos, no por personas de carne hueso, con defectos y virtudes, como lo somos todos; tal vez por eso en el inconsciente colectivo existe la ególatra aspiración de trabajar en un cargo público para ser idolatrado, peor amado.

En ninguna época y en ninguna circunstancia, quien ejerce el poder ha sido vanagloriado mayoritaria y genuinamente durante su mandato, las historias que conocemos de héroes cubiertos de laurel y que han sido producto de crónicas casi mitológicas elaboradas para legitimar o beneficiar a otros; en el interés del simbolismo ensalzaron virtudes y borraron defectos.

La democratización de la vida pública ayudada en mucho a desmitificar a los grandes héroes, gracias a “las benditas redes sociales” y la comunicación en tiempo real, cada día es más difícil construir una historia unilateral, de iluminados o sin contrapesos, vivimos una época que ni con todas las virtudes verificables se podrían construir liderazgos inmaculados.

Si alguna persona quiere ser idolatrada, adorada y querida por el pueblo, el ejercicio de un cargo público no es la mejor idea, existen otros oficios o profesiones más adorables o nobles como la filantropía, los deportes o las bellas artes, estas disciplinas les darían más margen de oportunidad para ser queridos sin cuestionamientos, para forjar una biografía heroica.

Los cargos públicos llevan implícita la toma de decisiones y en términos de popularidad toda decisión es fatal, no se puede agradar a todos. Sí se hace porque se hace, sino por omisión, el ejercicio del poder y/o la administración pública desgastan, más cuando se ejercen.

Ejercer un cargo público para alimentar el ego, acaba por indigestar al que lo ejerce y a los que lo padecen.

Punto Final

Felicidades Gabriela Rodríguez Rodríguez, por su nueva encomienda, justo reconocimiento al talento joven de una mujer preparada y dedicada.

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