Educación: ejercicio vital

El llamado homo sapiens llegó a la educación muchos años antes que a la escritura: por eso surgió la poesía, entendida al principio como algo recursivo, sucesión de tonadillas. Todo el saber se compendiaba en máximas, sentencias, consejos, incluso refranes: a la instrucción de esencias y habilidades la acompañaban adoctrinamientos en torno a actitudes y … Leer más

El llamado homo sapiens llegó a la educación muchos años antes que a la escritura: por eso surgió la poesía, entendida al principio como algo recursivo, sucesión de tonadillas. Todo el saber se compendiaba en máximas, sentencias, consejos, incluso refranes: a la instrucción de esencias y habilidades la acompañaban adoctrinamientos en torno a actitudes y valores. Comenzaba, entonces, a conceptualizarse la educación como ejercicio vital.

La educación tiene el doble fin de la preservación y el enriquecimiento del saber mediante adición, corrección e incluso supresión. La educación moldea, y el molde puede continuar siendo medio de reproducción u objeto al que sustituye o reforma mediante revoluciones.

En el ámbito sociocultural, mediante la educación se puede aleccionar o “rebañizar” a los sujetos, o bien extraordinariamente preparar una nueva clase de pobladores. La familia puede legitimar la educación recibida en el aula o luchar contra ella. En el ejercicio de la educación, las autoridades y docentes utilizan el símil de una mesa de tres patas compuesta con ellos, profesores y papás. Se recurre constantemente al debate de instrucción versus educación.

Urge reformar la didáctica y el ejercicio de la educación. Urge enriquecer esa pedagogía, entumecida a fuerza de no salir del mismo cuadro del azulejo donde clase tras clase ella espeta un largo sermón a alumnos pasivos, muchas veces forzados a permanecer con el nalgatorio pegado a la madera o la lámina.

Urge tirar el púlpito del docente que se encumbra y condena y pontifica y se extasía en el monólogo que nada comunica a los alumnos. Urge romper las filas y formar el círculo donde nos vemos cara a cara, donde los alumnos profesan: son profesores de un conocimiento que avanza, y los docentes, conducidores, se dejan conducir por el sentir, percepción e intuiciones de quienes lo ven como el primero entre los iguales.

El ejercicio de la educación puede tomarnos toda una vida, porque a fin de cuentas puede implicar la vida misma que hemos enriquecido para luego legarla a quienes literalmente nos siguen en cronología y mejora.




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