De aplicado a novato

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Al maestro Daniel Olvera Vázquez, por su distinción en el desempeño docente. “Sentía que se movían las filas de mis alumnos, me dolía el estómago, sentía náuseas, se me olvidó todo lo que llevaba preparado en mi plan de clase. Pasó un buen rato para poder controlar los nervios”. Aquella vez su angustia aumentó cuando … Leer más

Al maestro Daniel Olvera Vázquez, por su distinción en el desempeño docente.

“Sentía que se movían las filas de mis alumnos, me dolía el estómago, sentía náuseas, se me olvidó todo lo que llevaba preparado en mi plan de clase. Pasó un buen rato para poder controlar los nervios”.

Aquella vez su angustia aumentó cuando cerca de la hora del recreo llegó el maestro Torres, en visita de supervisión. Una nueva oleada de nervios se apoderó de él porque le vio titubear, era evidente la inseguridad, hasta el tono de voz, que usualmente era fuerte, clara e imponente (Razón por la cual frecuentemente era comisionado como maestro de ceremonias en los honores a la bandera y diferentes representaciones escolares), se escuchó apagada y titubeante. Por más intentos que hacía de llenar con aire sus pulmones, estos parecían contraídos y duros, provocando sudor en la frente, manos y espalda.

El tiempo pareció eterno deseando la llegada de la hora del descanso, en la cual el catedrático le mandó llamar, temeroso pensó que sería evidenciado ante sus demás compañeros los cuales estaban en el mismo plantel, atendiendo otros grados.

Las palabras del asesor pedagógico fueron: “Estás bien, únicamente procura no dar tanto la espalda a grupo, recorre con tu vista todo el salón de clases para que observes a tus discípulos y conozcas su actuar. Eventualmente puedes improvisar, porque una cosa es lo que llevas planeado y otra muy diferente lo que esté ocurriendo en ese instante con tus pupilos. Ahí es donde vas a hacer uso de tu ingenio y creatividad, para abrir esa ventana que es la motivación”.

Conforme escuchaba, su estado anímico fue cambiando confortablemente, la respiración empezó a pausarse haciéndose más profunda, tomando aire fresco recuperó el aplomo, adquirió seguridad y confianza con esas observaciones. Con el pensamiento agradeció la presencia del catedrático porque generó sensación de respaldo y apoyo, dado su carácter y sensibilidad a la orientación didáctica de sus alumnos.

Este joven normalista era uno de los sobresalientes por su dedicación, entusiasmo, era organizado, disciplinado, estudioso, además era hábil en la declamación, lo cual resultaba ser una ventaja en su preparación.

¿Y entonces aquellos nervios por qué le traicionaban en “la hora cero”?.

Esta vivencia la comparte a sus colegas y familiares con cierto rubor, pero también con sinceridad y alegría este mentor distinguido. Era su primera práctica docente siendo estudiante, camino a la formación para ejercer la función de profesor rural.

La falta de experiencia hace creer a las personas que lo que sucede con las emociones no ocurre a los demás, cuando en realidad otros desafían crisis más difíciles.

Prácticamente esas situaciones las viven todos los graduados, especialmente cuando incursionan en el campo laboral y productivo. Es irónica la situación, porque después de haber obtenido mención honorífica y calificaciones excelentes, cuando inician la profesión son los más novatos e inexpertos del gremio.

Amable lector, ¿recuerda usted las emociones que tuvo en el primer día de trabajo?




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