Consentimiento informado

El médico debe esforzarse por disipar el sesgo de un paciente con los hechos.

Compartir las decisiones médicas con los pacientes es importante pero complicado. Y a menudo no lo hacemos bien. Muchas decisiones parecen objeto de poca cosa, algunas implican pocas alternativas, y para algunas otras no sabemos lo suficiente sobre los datos de fondo a pesar de que al final podemos sentirnos cómodos con la decisión médica “correcta”. Y, casi siempre, en la consulta de los médicos hay muy poco tiempo para discutir detalladamente las decisiones más importantes.

Es difícil proporcionar suficiente información a los pacientes para que ellos puedan otorgar un “consentimiento informado” y garantizar que, en cada caso, cada paciente y su familia entiendan completamente lo que estamos diciendo. Los pacientes a menudo llegan con sus propias preferencias y prejuicios basados en anécdotas, conversaciones que suceden en su mesa o lo que leen en Internet.

El médico debe esforzarse por disipar el sesgo de un paciente con los hechos, al tiempo que reconoce que también presentamos regularmente “hechos” y recomendaciones coloreados por nuestros propios sesgos basados en experiencias anecdóticas, el ritual profesional y la arrogancia intelectual.

En la vida diaria de un médico, poner en la perspectiva de un paciente lo que las investigaciones científicas colocan al alcance de todos, puede ser una empresa difícil por lo antes expuesto. Por ejemplo, en febrero de este año, dos expertos internacionales en enfermedades del corazón mostraron en una muy prestigiosa revista médica su manera de interpretar y traducir a sus pacientes con angina crónica estable (los que tienen dolor en el pecho solamente cuando hacen una determinada cantidad de ejercicio debido a que se les han obstruido parcialmente las arterias del corazón).

Los hallazgos de un mismo ensayo que comparaba la eficacia de un procedimiento llamado coronarioplastía (PCI) (el mismo que sirve para desbloquear estas arterias ocluidas con la ayuda de una sonda introducida en ellas) comparados con los que se pueden obtener utilizando medicamentos de forma cuidadosa y ordenada con el mismo propósito y cómo utilizar estos hallazgos para ayudar a los pacientes a decidir a qué alternativa de tratamiento someterse.

Ambos expertos coincidieron en que el someterse a PCI efectivamente mejora la posibilidad de que un paciente en esas condiciones deje de sentir angina sin que esta disminución de los síntomas signifique una mengua en paralelo de la probabilidad de muerte o infarto de miocardio, como si sucede con los pacientes que en esas mismas condiciones recibieron terapia médica óptima.

Un paciente individual puede encontrar confuso que la angina y el riesgo de infarto no se reduzcan en paralelo, ya que ambos se deben a la aterosclerosis, y el escenario en la cabeza del mismo paciente puede ser peor si se considera que en esos mismos estudios la aspirina redujo la incidencia de infartos del corazón, pero no disminuyó significativamente la angina.

Si bien algunos pacientes pueden no comprender completamente los riesgos y los supuestos beneficios de PCI, otros pueden elegirlo debido a su conocimiento personal de la experiencia de algún conocido con molestias con las que él se identifique mientras que otro puede considerar que no desea ser intervenido porque le parece correcto que tratarse con medicamentos le reduzca el riesgo de muerte cardiovascular, aunque la molestia regrese de vez en cuando.

Así, proporcionar información a un paciente no siempre es suficiente. El paciente necesita reconocer, verbalizar y tal vez clasificar sus propios prejuicios, miedos y deseos. Igualmente importante, de parte del médico, es asumir y reconocer los propios prejuicios y no dejar que eclipsen las preocupaciones del paciente.

Para el médico, discutir la propia interpretación de los resultados de un estudio clínico, no importa cuán sofisticado o correcto sea, y luego ofrecer una recomendación sin comprender completamente los objetivos de tratamiento del paciente no es una toma de decisiones compartida. Hay que asumir que la decisión aparentemente “incorrecta” puede ser correcta para el paciente.

*Médico




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