Vacunas y nueva geografía

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La epidemia de Covid-19 es la madre del siglo 21. Redibuja la geografía de las naciones de acuerdo con su gestión de la crisis sanitaria y económica. El desarrollo y el despliegue de vacunas dan una imagen clara del nuevo equilibrio global de poder. Como la epidemia, la movilización para descubrir una vacuna fue universal, … Leer más

La epidemia de Covid-19 es la madre del siglo 21. Redibuja la geografía de las naciones de acuerdo con su gestión de la crisis sanitaria y económica. El desarrollo y el despliegue de vacunas dan una imagen clara del nuevo equilibrio global de poder.

Como la epidemia, la movilización para descubrir una vacuna fue universal, lo que explica el desarrollo de varias fórmulas eficaces en menos de un año. Pero los resultados son tan desiguales como la resiliencia de las naciones, pero no diseca el rendimiento de los sistemas de salud para controlar el virus. Cinco países encabezan la lista entre los desarrolladores de vacunas: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, China y Rusia. Todos pertenecen al mundo desarrollado; cuatro son miembros permanentes del Consejo de Seguridad; tres son democracias y dos autoritarios. Se observa la misma heterogeneidad para la vacunación. El primer premio en la distribución es para Israel, que ya vacunó a más de la mitad de su población, muy por delante del Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Francia.

Los Estados Unidos e Inglaterra tienen muchas cosas en común. Sus líderes populistas que enfrentaron el inicio de la epidemia, Trump y Johnson, subestimaron la amenaza del Covid19. Pero desde el principio, ambos entendieron que la vacuna era la única solución final y financiaron masivamente la investigación, la capacidad de producción y la logística de sus laboratorios. Hace exactamente un año, apenas iniciada la epidemia en su territorio, Donald Trump creó la Organización Warp Speed, que combina especialistas militares y de inversión en vacunas, que fue dotada con 10000 millones de dólares y una meta de 300 millones de dosis para principios de 2021. Al mismo tiempo, Boris Johnson llevó de la mano la unión entre AstraZeneca y la Universidad de Oxford y en abril creó un grupo de trabajo que gastó 1900 millones de libras en la compra anticipada de vacunas, así como la financiación completa de los costos de investigación y las líneas de producción en su territorio.

La actitud de China hacia las vacunas coincide con su gestión de la epidemia, marcada por la opacidad y el autoritarismo. Pekín anunció el desarrollo y puso en el mercado dos vacunas, CoronaVac y Sinopharma, al tiempo que ocultó los resultados de sus ensayos clínicos. La promesa de su rápido despliegue, incluso en el mundo emergente, es parte de los esfuerzos propagandísticos de Pekín para tratar de borrar su probable responsabilidad por el nacimiento y la propagación de la pandemia.

La sorpresa vino de la Rusia y su Sputnik V. Rompiendo con una larga ausencia de datos clínicos -6 meses es un tiempo largo en el contexto de la epidemia-, el estudio publicado por The Lancet pretendió mostrar eficacia en el 91% de los casos, rendimiento cercano al de las americanas producidas por Pfizer/BioNTech y Moderna.

La Unión Europea sigue siendo un caso singular por su retraso, a pesar de que el laboratorio alemán BioNTech ha desempeñado un papel pionero en la tecnología de ARN mensajero. Su lentitud puede explicarse por la pachorra en la toma de decisiones que se tradujo en un significativo retraso en la compra de las dosis -hasta mediados de junio de 2020-, regateando precios durante semanas, sin preocuparse por la producción de vacunas o la logística. Si Alemania es rehén de su elección por la solidaridad europea, Francia se enfrenta a la realidad de su desmantelamiento industrial y científico. Es el único país desarrollado importante y miembros permanentes del Consejo de Seguridad que no tiene una vacuna nacional.

Las lecciones son claras. Los gobiernos juegan un papel central en la gestión de crisis complejas, con la doble condición de poder asumir riesgos y trabajar con empresas. La eficacia de las políticas públicas depende de la atención prestada a los problemas de aplicación de la ley. No hay soberanía ni resiliencia de las naciones sin una industria e investigación dinámicas. La ciencia y la tecnología son factores clave de poder. México es un país esquizofrénico que tiene extraordinarios activos en sus investigadores y empresarios, pero los desaprovecha al no reparar en un sistema político y un modelo económico y social que metódicamente lo llevan a la ruina.




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