Origen de una vocación

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Como un reconocimiento póstumo al Sr. Luis González Reyes   El panadero hizo un movimiento con pericia, al esparcir un puñado de harina sobre la superficie de la mesa de trabajo. Quedó formada una delgada película en la cual el empleado garabateó con rapidez una operación aritmética que mostró al pequeño mozo quien, con ojos … Leer más

Como un reconocimiento póstumo al Sr. Luis González Reyes

 

El panadero hizo un movimiento con pericia, al esparcir un puñado de harina sobre la superficie de la mesa de trabajo. Quedó formada una delgada película en la cual el empleado garabateó con rapidez una operación aritmética que mostró al pequeño mozo quien, con ojos asombrados aceptó la cifra calculada en el resultado, pero también sorprendido de la forma tan práctica de hacer un pizarrón con esos materiales.

Generalmente “el maistro” tenía estimada con precisión el resultado del proceso: si en una tabla caben 8 pares de bolillos (total 16), ¿cuántas tablas se llenarían con la masa correspondiente a 10 kilos de harina? ¿Cuántos retazos de tela necesitarían para colocar bajo el pan? ¿Cuántos canastos serían necesarios para contenerlo y transportarlo?

Los ayudantes eran niños y para ellos eran los ejercicios realizados en el improvisado pizarrón, porque los mayores habían desarrollado el cálculo mental de manera envidiable para admiración de obreros en otros empleos.

Tiempo después, el mocito José Fernando imitaría la acción tomando una porción del hueco de su mano y brazo extendido, haciendo un semicírculo con él, de forma paralela a la horizontal iba abriendo los dedos para ayudar a espolvorear de manera uniforme.

El implemento era útil para hacer cuentas con ingredientes, número de panes, tablas, hojas, canastos, bultos, duración, etc.
Eventualmente había espacios inactivos donde los trabajadores aprovechaban el momento para afianzar su relación social entre compañeros. Competían a plantear y resolver adivinanzas, acertijos, retos y desafíos a la imaginación.

En ese ambiente de crecimiento comunitario, físico y cognitivo fueron aprendiendo a emplear la cantidad de leña adecuada para calentar el horno “al rojo blanco”, calcular el tiempo idóneo que se deja reposar el pan bolillo para que el efecto de la levadura reaccione hinchando las piezas. Cuando el clima era frío, esperar pacientemente el momento preciso de colocar cada una sobre la pala y ponerlo en el piso del horno, previo malabar de introducirlo por aquella rendija de 30×10 centímetros.

Si el clima era cálido, todas la acciones se aceleraban, ocupando menos tiempo de reposo (si el pan no se infla suficiente queda apelmazado), debe monitorearse la espera porque de excederse, el producto “se echa a perder”.

Los profesionistas y no pocos colaboradores encariñados con su trabajo, han encontrado una motivación por cierto oficio o carrera, siguiendo un afortunado ejemplo de vida o luego de vivir alguna experiencia en determinado contexto.

Aquel ambiente descrito párrafos antes, permeó en la familia de Don Luis. Tuvo un efecto positivo en los empleados, sus familiares y vecinos porque muchos de ellos obtuvieron solvencia para proseguir estudios trabajando ahí a contra turno y hoy son consumados universitarios.

En el penúltimo de los 18 hijos constituyó un factor decisivo para abrazar el gusto por las matemáticas. Actualmente es profesor de esa asignatura y por casi cuatro décadas ha sensibilizado a cientos de adolescentes y jóvenes hacia la interesante ciencia de los números.




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