México después del COVID

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Es cierto que el Covid-19 ha servido como denunciante, pero esta gran advertencia aún no ha causado ningún cambio notable. Este largo episodio puso de relieve nuestras debilidades.

En pocas semanas, de Pekín a París, un virus puso al mundo sobre sus rodillas. Más de dos años después, lo más probable es que la muchas veces maldita pandemia se convierta en una epidemia estacional. En un tiempo récord, se ha descubierto que poco a poco las vacunas regresan la vida al derecho del revés. Por lo tanto, el coronavirus es mucho menos una inquietud hoy en día, especialmente porque el miedo ha cambiado de naturaleza: una guerra ha estallado en Europa y la carestía estalla en el seno de cada hogar en occidente. Una noticia persigue a la otra.

Para las personas que lo han contraído, el Covid-19, especialmente en la forma de sus primeras variantes, a veces ha implicado ageustia y anosmia muy perturbadoras, pérdida del gusto y el olfato. También para la sociedad en su conjunto, la crisis sanitaria ha dejado su huella en forma de perturbaciones en la percepción de la realidad. Una triple distorsión de la relación con el trabajo, la situación económica y el gasto público.

Sin embargo, ¿qué huellas habrán dejado esta crisis sanitaria en México? Cientos de artículos y discursos fueron escritos y pronunciados para mostrarnos que enfrentábamos el apocalipsis, ese que nos había venido como anillo al dedo y del cual iba a nacer un nuevo México. Era necesario reinventarse, y el propio presidente de la República prometió con toda humildad dar ejemplos de valentía, confianza, esperanza, sapiencia y arrogancia. El momento fue tan singular que apenas inspiró matices.

Desde entonces, la realidad ha obligado a la modestia. Es cierto que el Covid-19 ha servido como denunciante, pero esta gran advertencia aún no ha causado ningún cambio notable. Este largo episodio puso de relieve nuestras debilidades, alteró algunos tabúes, evidenció signos de declive. Muchos de nuestros servicios públicos, especialmente los hospitales, han expuesto sus miserables condiciones de trabajo, con evidencias incontrovertibles en la hoja de ingreso de cada paciente. El desorden evidenciado por el bicho ha confirmado el excesivo peso de nuestra burocracia en todos los niveles del aparato político-administrativo; se desnudó la incapacidad de nuestro país para prevenir enfermedades y diagnosticar, tratar, consolar y contar enfermos -y muertos-. Nuestra dependencia científica, industrial y económica ha irrumpido a la luz. Finalmente, la incapacidad del país para desarrollar una vacuna ha dicho mucho sobre todas las áreas de nuestra investigación científica en este país que alguna vez ha sido líder latinoamericano de la medicina.

¿Cuáles son los remedios que cabe esperar? El “no es por presumir, pero le enseñaremos al mundo -cómo enfrentar la epidemia-“, fue evidenciado por la proverbial resistencia mexicana ante las dificultades y no ha curado los males de una nación que ha vivido más allá de sus posibilidades durante décadas. Reeditado, López Obrador persiste en su discurso personal basado en la intención de liderar las grandes transformaciones que se necesitan y que, evidentemente, están como siempre y como nunca más lejos de su alcance. En este nuestro país cada vez más proclive y víctima del enfrentamiento y el grito, se privilegiaría el diálogo, pero el diálogo nunca ha sido una política. La reflexión es bien conocida. La urgencia dicta tomar medidas.

Por otro lado, la gestión de la pandemia ha ancorado un nuevo paradigma. Durante esta crisis, el enfrentamiento lopezobradorista con el sector productivo, traducido en el raquítico gasto estatal destinado a apoyar a la planta productiva, a los pequeños negocios y a las grandes empresas, parece que generó lo peor, es decir, una ruptura en la herramienta económica y una mayor debilidad de las cifras y calidad de empleo masivo que, por histéresis, probablemente sumirá al país en una crisis más grave, más larga y profunda. En otras palabras, gastar menos habrá costado más. La brecha entre México y el mundo se ensanchará.

Con el dolor generado por el medio millón de muertos en dos años de pandemia, con el azoro generado por la inseguridad y sus cifras y el permanente presente electoral de nuestra clase política, los mexicanos no nos hemos dado cuenta de lo que nos está pasando o de lo que nos espera.

Médico




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