El fin del juego

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

El Covid-19 ha matado a 300 mil e infectado a 4.4 millones de personas en el mundo. Al menos un tercio de la población mundial se encuentra en alguna forma de encierro, ha evidenciado a los servicios de salud abrumados por el rápido aumento de las infecciones y provocado una recesión económica con sus propias … Leer más

El Covid-19 ha matado a 300 mil e infectado a 4.4 millones de personas en el mundo. Al menos un tercio de la población mundial se encuentra en alguna forma de encierro, ha evidenciado a los servicios de salud abrumados por el rápido aumento de las infecciones y provocado una recesión económica con sus propias secuelas perjudiciales para la salud. Aunque esta situación surrealista pueda parecer una saga televisiva, la durísima realidad es que la labor de los trabajadores de la salud no restaurará por sí sola la normalidad mundial. Poner fin a la pandemia tomará años, por lo que es hora de revisar nuestros conocimientos y tomar algunas decisiones difíciles para mitigar las ondas de infección subsiguientes.

Covid-19 está aquí para quedarse mientras no tengamos vacunas eficaces y seguras, las cuales deberán desplegarse en todo el mundo para limitar el alcance de las resurgencias de la infección y soñar con la idea de la erradicación. Actualmente, hay varias vacunas en estudios preclínicos, pero el más avanzado podría estar disponible en octubre.

La razón principal de las cuarentenas es permitir que los sistemas de atención de la salud puedan enfrentar a un pico de casos graves. Sin embargo, muchos sistemas sanitarios en los países ricos siguen mostrando carencias de recursos. Por ejemplo, apenas el 10 de abril el gobierno inglés publicó un plan para obtener Equipos de Protección Personal (EPP). La primera medida a corto plazo debería consistir en aumentar masivamente la producción y suministro de productos esenciales, como los EPP y los equipos y medicamentos de cuidados intensivos. Cuanto más tiempo retrasemos estas medidas básicas, las terapias intensivas estarán agobiadas, los pacientes en riesgo de morir y los enfermos de otras dolencias sin tratamiento adecuado, mientras el mundo se derrumba hacia la pobreza debido al impacto económico de los confinamientos. En adelante debe pensarse en aumentos permanentes de las capacidades de atención de la salud.

La segunda medida urgente es la realización de pruebas generalizadas en todos los territorios afectados, primero mediante pruebas de PCR y antígeno para infecciones activas y luego a través de pruebas serológicas para obtener imágenes reales del número de infecciones anteriores. Conocer estas cifras será crucial para precisar una tasa mundial de mortalidad y guiar las decisiones gubernamentales sobre las características, la escala y la duración de las cuarentenas.

Dos preguntas importantes son: ¿Quién debe ser analizado?, y ¿quién debe pagar por las pruebas? Teniendo en cuenta la confusión sobre la verdadera escala de las infecciones asintomáticas y la minúscula magnitud de la primera oleada, hacer pruebas derivadas del seguimiento de contactos ya no es útil como enfoque independiente. Se podrían considerar diversas metodologías para enmendar las lagunas en el rastreo de contactos, lo que permitiría a las personas con inmunidad confirmada volver al trabajo y aliviar las presiones sobre las economías nacionales y locales. También con este fin, la responsabilidad de las pruebas podría ser compartida entre gobiernos y empresas privadas que no se han visto afectadas por los cierres obligatorios.

Por último, aunque ya existe una diferenciación entre actividades esenciales y las que no lo son, aplicada durante las cuarentenas, estos criterios podrían afinarse, por ejemplo, para incluir a personas que por su edad o domicilio tienen bajo riesgo. Podría permitirse que esas personas regresen al trabajo manteniendo el distanciamiento social para proteger a los más vulnerables a las presentaciones graves de la enfermedad y a los trabajadores clave (como los médicos, que podríamos estar en un riesgo comparativamente mayor, pero obligados a asumir que nuestro trabajo es exigible), mientras tenemos vacunas.

Por supuesto, no existe una receta única. En los países pobres, con débiles sistemas de atención de la salud, poblaciones densas y dependientes de los ingresos diarios y un mal cumplimiento de las prácticas higiénicas, la vacunación debe priorizarse tan pronto como esté disponible.

*Médico




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