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Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La primera oleada, porque posiblemente haya más, de pandemia de la enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19) está invadiendo el mundo, y varios países están luchando por combatirla o tratando de retrasar su comienzo para ayudar a suavizar su pico epidemiológico con el fin de reducir la morbilidad y la mortalidad, y la presión a la … Leer más

La primera oleada, porque posiblemente haya más, de pandemia de la enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19) está invadiendo el mundo, y varios países están luchando por combatirla o tratando de retrasar su comienzo para ayudar a suavizar su pico epidemiológico con el fin de reducir la morbilidad y la mortalidad, y la presión a la que esta calamidad someterá en cada uno de sus sistemas sanitarios.

Como todos sabemos, los primeros brotes importantes de COVID-19 ocurrieron en China en enero de 2020 e inmediatamente después Corea del Sur, Irán e Italia entraron en la danza a finales de febrero y principios de marzo, y muchos otros países se están preparando para bailar al mismo ritmo en los próximos días y semanas.

Todos los países tienen que tomar medidas y reaccionar sin posibilidades de que la Organización Mundial de la Salud pueda fungir en el papel de director. La OMS declaró el 30 de enero de 2020 una emergencia de salud pública de importancia internacional, declaración que le permitió publicar recomendaciones posteriores, pero ninguna se emitió con respecto a qué hacer y cuándo hacerlo a nivel nacional. Sin vacunas ni antivirales, la cartera de contramedidas contra COVID-19 es limitada. Sólo se dispone de un pequeño conjunto de medidas no farmacéuticas, preventivas, soportadas por suficiente evidencia.

Los médicos no esperamos que medidas como la cuarentena personal voluntaria o el control de la temperatura en las fronteras, aeropuertos o terminales de autobuses sean muy eficaces, ya que la mitad de las infecciones son asintomáticas. Hoy hay consenso en proponer el cierre de escuelas, restringir las reuniones sociales (incluido el cierre de los lugares de trabajo), limitar los movimientos de la población e implementar cordones sanitarios, lo que, en conjunto, significa cuarentenas a escala de ciudades o regiones. Hay menos consenso sobre qué medida debe implementarse primero, en qué combinación y en qué momento.

No hay evidencia científica directa acerca de la utilización de cubrebocas en espacios públicos para las personas asintomáticas, aunque su uso se practica en gran medida entre las poblaciones asiáticas y se ve profundamente despreciada en las culturas occidentales. No existe una política común sobre qué medidas deben considerarse y en qué umbral epidemiológico deben aplicarse dichas medidas. Nadie sabe a qué nivel deben imponerse restricciones a las congregaciones de masas.

La reciente experiencia china de combinar intervenciones no farmacéuticas para frenar las tendencias de los brotes parece bastante convincente. Aunque empezaron a finales del brote epidemiológico, el autoritario gobierno chino logró buenos resultados al combinar el aislamiento forzado de la población con todas las intervenciones de distanciamiento social disponibles.

El gobierno democrático italiano, seguido por los gobiernos de Francia, España y otros países, estableció la mayoría de estas medidas rápidamente en el proceso epidémico, pero carecía de orientación o recomendaciones internacionales. ¿No habría sido esperable ver a la OMS como director de la orquesta en esta etapa del proceso? ¿No necesitan los países que la integran cierto nivel de armonización y coordinación al aplicar la mezcla correcta de intervenciones no farmacéuticas disponibles para ayudar a decidir si, cuándo y cómo implementarlos; si, cuándo y cómo combinarlos; y en qué medida?

Además, el gobierno chino no puede tener claro el mejor momento sostener todas las medidas restrictivas que han estado en vigor en Wuhan desde el 23 de enero. Tampoco pueden deducirse de la actuación de los gobiernos de Singapur, Taiwán, Japón y Corea del Sur ¿Hasta qué punto, a qué ritmo y cómo deben empezar a disminuir su intervención y permitir que las personas reanuden la vida social y económica normal?

Más allá de las dos recomendaciones clara que la OMS ha hecho: “probar, probar y probar”, y “anticiparse a la epidemia”, sigue en sorprendente silencio y ausente en todas estas cuestiones pragmáticas.

*Médico




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