América Latina en la izquierda

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La alternancia política ha comenzado en Colombia. Por primera vez en su historia, el país será dirigido por un presidente de izquierda, Gustavo Petro, ex integrante de un movimiento guerrillero de inspiración marxista, el M-19, que abandonó la lucha armada en 1990, y una vicepresidenta afrodescendiente, la feminista Francia Márquez.   En un país que … Leer más

La alternancia política ha comenzado en Colombia. Por primera vez en su historia, el país será dirigido por un presidente de izquierda, Gustavo Petro, ex integrante de un movimiento guerrillero de inspiración marxista, el M-19, que abandonó la lucha armada en 1990, y una vicepresidenta afrodescendiente, la feminista Francia Márquez.

 

En un país que relacionamos con altos niveles de violencia, esta victoria se logró al final de una elección presidencial que transcurrió en absoluta calma y sin problemas a pesar de las pasiones que levantó, caracterizada por una alta participación ciudadana durante todo el proceso electoral. El oponente de Gustavo Petro, un excéntrico populista de derecha aceptó su derrota sin chistar, y el campo conservador y centrista que deja el poder también felicitó a los ganadores. Han demostrado así una madurez política que solo puede ser bienvenida, tanto como podemos elogiar la voluntad de Gustavo Petro y Francia Márquez de poner la lucha contra el calentamiento global en el centro de su futura gestión gubernamental.

 

Las raíces de esta alternancia sin precedentes se encuentran fundamentadas en el vasto movimiento de protesta que incendió el país hace un año. Un plan gubernamental para aumentar el IVA en los alimentos básicos empujó a decenas de miles de colombianos a las calles, al mismo tiempo que enfrentaban una devastadora tercera ola de Covid-19. Este plan impositivo, que el presidente Iván Duque (quien no pudo presentarse a la reelección este año) se vio obligado a retirar, desnudó que las profundas desigualdades que afectan al país habían llegado a un punto de ruptura.

 

Las protestas duramente reprimidas en Colombia se hicieron eco de las de Chile en 2019 y 2020, también para protestar contra las desigualdades que se han vuelto insostenibles en el país que ha servido como modelo de desarrollo neoliberal. Este último había llevado en diciembre de 2021 a la victoria de un exlíder estudiantil, Gabriel Boric que se sumó a la de un exsindicalista apoyado por un partido marxista, Pedro Castillo en Perú.

 

Si la victoria de Petro es histórica, la de su vicepresidenta Márquez, ideóloga ecologista, no lo es menos. Petro sucederá al presidente Duque el 7 de agosto. Al frente de una coalición llamada Pacto Histórico, Gustavo Petro fue candidato por tercera vez. Economista de formación, perteneció en su juventud a la pequeña guerrilla urbana del M-19, que depuso las armas en 1990. Gustavo Petro ha sido diputado, senador, alcalde de Bogotá y nuevamente senador. A lo largo de la campaña presidencial, la derecha, que se adhirió a Hernández para la segunda vuelta, no dejó de recordar el pasado guerrillero de Petro.

 

El auge de la izquierda en América Latina, notablemente representado en los últimos años en Argentina y nuestro país, es ahora un fenómeno realmente generalizado. También es parte de un distanciamiento de las sociedades de un catolicismo conservador dominante durante mucho tiempo. Los avances realizados en el campo del aborto por los movimientos feministas en Argentina, México y Colombia, también pioneros en el suicidio asistido, así lo demuestran.

 

Este patrón de comportamiento político podría continuar en Brasil, con motivo de las elecciones presidenciales programadas para este otoño. Destaca el hecho de que, ante el aumento de la pobreza, el espantapájaros que Venezuela ha constituido durante mucho tiempo, un contramodelo de devastación social bajo el pretexto de reducir las desigualdades, agitado con gusto por la derecha latinoamericana, ya no asusta a nadie.

 

Llenas de esperanza, las victorias en las elecciones es solo la antesala de las dificultades para la izquierda en América Latina, como lo demuestran las que enfrentaron Pedro Castillo y Gabriel Boric. Para Gustavo Petro, el sombrío panorama económico mundial se suma a una delicada ecuación política: un país profundamente fracturado y la ausencia de mayoría en el Congreso. Su larga experiencia política, en el Senado y la Alcaldía de Bogotá, parecen herramientas insuficientes para cumplir con lo que la sociedad espera.




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