Mi delito… calmarlos

Historias de Lobos.
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En la ciudad de Río Grande, la noche anterior a su boda un joven es herido de gravedad. Él se encontraba en el interior de su domicilio terminando algunos preparativos para el día siguiente,  cuando escucho ruidos y gritos afuera de su casa. Esa noche estuvo a punto de perder la vida. La víspera de … Leer más

En la ciudad de Río Grande, la noche anterior a su boda un joven es herido de gravedad. Él se encontraba en el interior de su domicilio terminando algunos preparativos para el día siguiente,  cuando escucho ruidos y gritos afuera de su casa. Esa noche estuvo a punto de perder la vida.

La víspera de su boda

Esa noche estábamos con los preparativos de la boda de mi hijo. De pronto se escuchó que lanzaron desde afuera pedradas a la casa y se escuchaba que gritaban malas palabras. De pronto un amigo de uno de mis hijos aventó la puerta de la calle. Lo que quiero decir, es que la abre y entra desesperado hacia el interior de la casa gritando: “ayúdeme, hay pleito”.

Mi hijo salió de la casa para ver lo que estaba pasando y yo salí detrás de él, también salió otro de mis hijos, el más chico. Varios jóvenes que conozco eran los que estaban haciendo ese escándalo. Mi hijo, él más chico, les decía que dejaran de tirar piedras y que se fueran, pero seguían lanzando piedras a la casa.

Me di cuenta de que uno de ellos traía una piedra en la mano y que mi hijo, el que se iba a casar, se acercó con él con la intención de quitársela. Empezaron a forcejear y los otros muchachos seguían aventando piedras.

Todo se dio muy rápido. De repente dejaron de forcejear y mi hijo se alejó de ese muchacho. Vi que otro traía en sus manos como un tubo o un palo, nos amenazaba y decía muchas groserías. Otro de los que andaban traía un fierro que parecía una cruceta. Otro que traía algo amarrado en la mano o un guante, se le acercó a mi hijo por el lado izquierdo y observé que en enseguida pica o le encaja algo a mi hijo a la altura del abdomen del lado izquierdo.

Mi hijo se va hacia la casa pues él va sangrando iba muy desesperado y yo nada más escuchaba que de la familia les gritaban que se calmaran, que no queríamos pleito.

Yo quise agarrar al que pico a mi hijo y me fui tras él, pero sus tres acompañantes se echaron a correr.

Les gritaba que porqué picaron a mi hijo que no fueran groseros, que les iba a echar a la policía. Como no los alcancé me regresé hacia a mi casa y al llegar observé que un primo ya lo traía en la camioneta para llevarlo a la clínica.

En el trayecto mi hijo únicamente se quejaba y decía “ya no puedo más”. También a una de mis nietas de las que ya están muchachas e pegaron con una piedra en la cabeza y se desmayó, pero a ella sólo me la descalabraron pero a mi hijo casi me lo matan.

El motivo

Mi amigo me invitó a comer chicharrones pues al día siguiente se iba a llevar a cabo la boda de su hermano. Ahí nos estuvimos toda la tarde, conviviendo con su familia y más amistades. También andábamos ayudando en lo que se podía para el día siguiente. Las señoras andaban haciendo el asado y el arroz.

Me retiré del lugar como a eso de las 10:00 de la noche y de ahí en compañía de otros amigos fuimos a la tienda que está cerca de la casa de uno de ellos, son escasas dos cuadras. Me bajé de la camioneta y me metí a la tienda. Cuando salí me encuentro que mi amigo estaba discutiendo con varios muchachos, fácil eran unos ocho.

Comenzaron a forcejear y yo mejor agarré a mi amigo para que no siguiera peleando, pero estos chavos nos comenzaron a agredirnos. Nos tiraban de patadas y empezaron a sacar piedras. Ya no nos dieron chance de subirnos a la troca. Para que ya no nos siguieran pegando, mis dos amigos y yo nos echamos a correr cada quien por su lado. Yo lo que hice es regresarme a la casa de mi amigo y estos chavos me fueron siguiendo y me tiraban piedras.

Cuando llegué a la casa eran entre las 10:30 u 11:00 de la noche, comencé a tocar la puerta para pedir ayuda y como pude me metí. En eso salió la familia de mi amigo, varios hermanos, sobrinos, su mamá y el chavo que se iba a casar.

En eso ya me habían alcanzado como cuatro de los que le sacaron pleito a mi otro amigo y los otros se fueron a seguirlos. Me quedé cerca de la puerta, sólo observé que fueron a calmar a los agresores. En cuestión de unos minutos que no se calmaban mi amigo que se iba a casar se acerca hacia mí, me abraza y me dice “ya me pegaron”.

Se levanta la camisa y observé que traía sangre en el estómago. Después de ver esto rápidamente le hablé a su papá para decirle que a su hijo lo habían herido y que estaba sangrando del estómago. Un primo hermano se acercó a hacia él y lo subió a un vehículo para trasladarlo a Río Grande para que recibiera atención médica.

Cuestión de minutos

“Me quedé ahí herido, de pronto empecé a sentir que me faltaba el aire”. Sólo sé que en ese momento llegó mi primo, quien al verme herido me levantó y me llevó a un hospital. No se cómo pasó.

Al día siguiente me iba a casar, pero me tuvieron que operar porque me perforó los intestinos y me pudo haber matado. Yo no tenía nada que ver en ese pleito, ni sé porque les sacaron pleito. Yo solo salí a ayudar y a que se calmaran, pero sobre todo a ver porqué estaban apedreando mi casa.

Él se me dejó ir, yo no estaba forcejeando con él. Quería quitarle la cruceta a otro y este se me dejó venir y me tiró a matar. No tenía motivo para querer matarme, nunca habíamos tenido problemas, ni sé que pleito tuvieron con mis amigos en la tienda. Se acababan de ir de la casa cuando se regresó a pedir ayuda. No habían pasado ni 15 minutos.

Daño irreparable

Desde una perspectiva criminológica y victimológica, el delito fractura gravemente la vida de una persona que ha sufrido la violencia.

Se genera un cambio existencial en la vida de la víctima relacionada a sus costumbres, sin contar con el cambio inmediato de su vida posterior al hecho delictivo.

El haber sufrido un delito significa una situación de alto estrés emocional que conmueve profundamente a la persona que ha padecido la conducta delictiva, sea cual fuera el tipo.

Estas circunstancias vulneran la tranquilidad y cotidianidad de la persona. Alteran su entorno familiar, quebrantan la sensación de seguridad. Sin contar el daño que genera sentir la desorganización repentina ocasionada por un agente externo.

Esta vulnerabilidad de las víctimas y ofendidos que han sufrido un delito en su contra, tendrá aún más graves connotaciones, si en algún momento del proceso penal sienten que hay impunidad,
lentitud o indiferencia. Los efectos son devastadores en el tejido social vulnerado ya que se imposibilita la justicia que puede producir falta de confianza y pérdida de respeto por la ley.




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