Mi delito… que mi padre me abandonara

Historias de Lobos.
Historias de Lobos.

La difícil realidad de un joven, no le da la fortaleza para afrontar sus vivencias desde niño. En la actualidad con apenas veinticinco años de vida, deberá padecer una sentencia de 18 años, por el delito de homicidio.  Su historia  No conocí a mi padre, mi mamá me dijo que se fue para el otro … Leer más

La difícil realidad de un joven, no le da la fortaleza para afrontar sus vivencias desde niño. En la actualidad con apenas veinticinco años de vida, deberá padecer una sentencia de 18 años, por el delito de homicidio.

 Su historia 

No conocí a mi padre, mi mamá me dijo que se fue para el otro lado y que se murió. Pero mi tía me dijo que eso no era cierto, que él vivía aquí mismo y que no me había querido reconocer. Eso lo supe hace poco, como unos 5 años atrás. Pero yo crecí creyendo que mi padre estaba muerto. Era muy gacho porque a pesar de saberlo muerto mi mamá nunca me llevó a su tumba. Yo se lo pedía, pero me decía que lo habían enterrado en el otro lado. Yo estaba bien seguro de que algún día iba a ir al otro lado a llevarle flores a mi papá. Me hacía la idea de cómo había sido él. Le preguntaba a mi jefa si me parecía a él y ella me decía que sí. También le decía que me llevara con la familia de mi papá, le preguntaba porque no la veíamos y me decía que porque vivían en el otro lado. Crecí queriendo saber más de mi papá y su familia pero eso no fue posible. 

Ese día que mi tía me dijo, no me acuerdo porque salió el tema pero se dio para preguntarle por la familia de mi papá y me dijo tajante “tú no tienes padre, no te quiso ni conocer, menos reconocer, déjate de peinaderas él tiene su familia, ya no le busques es un desgraciado”. Tenía como veinte años. Sentí mucho coraje, pero sentí más dolor y tristeza. Me sentía traicionado por mi jefa. Pero sentí muchas ganas de buscar a “mi papá” para reclamarle. Lo quería matar. Me lo imaginaba con su familia sin ningún problema. Eso me hacía sentir miserable. 

Su niñez.

Mi niñez no fue nada fácil. Desde chiquillo tuve muchos problemas. Yo digo que sí me afectó no tener a mi papá. Yo veía a los otros niños que sí tenían a su papá y me sentía diferente. Me sentía extraño. Cuando mis amigos hablaban de sus papás yo me sentía mal, porque nada más platicaba de mi mamá. Yo una vez les dije que mi papá se había muerto, pero ellos luego me hacían burla y me decían el niño sin papá. Cuando estaba en tercero de la primaria. La maestra que me tocó era muy mala. Ella una vez delante de todo el salón me dijo. “Estás seguro de que tu papá se murió, o te abandonó”. Todos se rieron. De ahí me agarraron de su burla. Los niños no se querían juntar conmigo. Siempre andaba solillo en el recreo. Luego pasaban y me pegaban o me estaba comiendo mi torta y me la tumbaban. Me sentía triste y solo. 

Mi jefa trabajaba en un restaurante. Ganaba poquito, pero con eso me sacaba adelante. No teníamos medios para comprarme juguetes. Yo tenía muchas ganas de una bicicleta. Con los vecinos si jugaba. Muchos son mis primos y otros chavales que se juntaban. Jugábamos al bote y los que tenían bicicletas las sacaban. Una vez uno me prestó su bici para darme una vuelta. Me fui por atrás de la calle, me fijé que estaban unos albañiles y uno de ellos me agarró, me tumbó de la bicicleta y se la llevó. Me regresé corriendo para decirles. Salió la mamá del niño y me dijo que era un ratero. Me acusó de que yo me la había robado. Mi mamá no estaba y mi abuelita que ya estaba muy viejita fue a buscar al albañil. Los otros albañiles dijeron que yo se las había vendido en 50 pesos. Eso no era cierto. Yo tenía 8 años yo no pensaba en eso. Yo solo estaba feliz porque ese niño me había prestado la bicicleta. Mi abuelita me defendió, y dijo que ella devolvía el dinero, pero el albañil nunca regresó. Nadie nos quiso decir nada de él y yo quedé como ratero. 

 

Su vida cambió

Mi abuelita dijo que mejor nos íbamos a cambiar de casa porque ya no podía ni salir. Me decían ratero. Nadie me hablaba. Nos fuimos a vivir de arrimados con mi tía. Me cambiaron de escuela. Más o menos todo mejoró. Me hice de muchos compas. Ahí no me juzgaban. Terminé la secundaria. Pero ya no le seguí, me puse a trabajar de ayudante en un taller. Me gustaban los carros. 

Me iba bien, estaba chavalillo, pero le aprendí bien a eso. Mi patrón me dijo que me metiera a estudiar para mecánico, que acabara la prepa. Me dijo que él me ayudaba y si me metí. Ya estaba más grande pero dije “no le aunque”. Quería ayudar a mi jefa. Y me iba al taller y a la escuela. 

 

La verdad

Siempre pensaba en mi papá. Me lo imaginaba que me decía cosas. Que me decía “échele ganas mijo”. Yo pensaba que me parecía a él. Y me imaginaba que me veía desde el cielo y que se sentiría orgulloso de mí.

Seguíamos viviendo en la casa de mi tía. Ella estaba dejada de su marido. La dejó por otra y estaba amargada. Me conseguí una morra. Yo andaba muy en serio con ella, estaba bien clavado. La llevé para presentarla en la casa. Hicimos una cena y mi tía estuvo tomando. Empezó a tirar indirectas. Dijo que “ya la embarazaste o que fregaos” “haber si no tienes mala entraña y sales igual de guilo que tu papá” “haz de traer en la sangre lo de mujeriego”. Yo le calmé su problema y le dije “pues que trae tía”. Me soltó lo de mi papá. Mi mamá le decía cállate. Pero ella seguía diciendo. Ofendió a mi mamá de lo peor no la bajó, le dijo que era la vergüenza de la familia. Que yo había nacido con mala entraña porque había humillado a la familia por ratero.  Que era igual que mi papá. Me enojé mucho. Me fui contra mi tía. Le grité “mi papá está muerto, respete”. Se burló. “Tú papá está vivito y coleando” “Tiene su familia y sus hijos que sí reconoció no como a ti bastardo, o porque crees que llevas nada más los apellidos de nosotros, como si fueras mi hermano”. Me dolió mucho lo que me dijeron. 

 

Homicida

Le saqué como pude quién era. Me dijo que vendía tacos en Trancoso y me dijo su nombre. Fui por un carro del taller. Llegué a Trancoso y hasta que di con él. Yo no pensaba en nada más que en que me dijera porque no me quiso.  El me abrió la puerta, pregunté por su nombre y me dijo soy yo. “Le dije soy hijo de Lorena y se supone que tuyo también.  En mi cara me negó. Y me fui a los golpes. Nos dimos porque el también me golpeó a puño limpio. Se acercó un chavo más o menos de mi edad a meterse a defender a su papá. Yo lo aventé y se cayó de la banqueta. La agarré contra él a patadas, le decía a este si lo quisiste lo voy a matar. Estaba demasiado enojado, saqué una navaja y no pensé. Cuando se paró solo se la encajé. Lo pique en la panza. Se parecía mucho a mí. No se salvó. Era mi medio hermano. Me detuvieron ahí mismo. Ni como negar nada. No era mi intención matar a nadie.

 

Emoción violenta

“La emoción no es una cualidad de los sentimientos, como se dice frecuentemente, sino una transformación de la personalidad a consecuencia de un estímulo que incide en los sentimientos.

La emoción violenta es el estado emocional en el que el sujeto ha actuado sin el completo dominio de su conciencia, como el resultado de un estado psicológico en el cual sus frenos inhibitorios están paralizados por obra de un estímulo provocador.

Por lo tanto y como consecuencia de ese descontrol, esa conmoción se traduce en un estado de furor, como ira, irritación, excitación del ánimo, dolor miedo, etc., el cual por violencia, vale decir que en razón de su grado, adquiere el carácter de una tendencia hacia hechos de sangre”.

Carlos Fontán Balestra*




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