Jesucristo resucitado y los dos discípulos en el camino hacia Emaús

Introducción Estamos viviendo los días de la cincuentena pascual, en los cuales  la Iglesia nos va presentando domingo a domingo de este tiempo, las apariciones de Jesucristo resucitado, a los testigos cualificados de su nueva condición gloriosa y reconfortante. Todos los beneficiados con estas brillantes manifestaciones de Jesús glorioso, confirman en la fe; robustecen la … Leer más

Introducción

Estamos viviendo los días de la cincuentena pascual, en los cuales  la Iglesia nos va presentando domingo a domingo de este tiempo, las apariciones de Jesucristo resucitado, a los testigos cualificados de su nueva condición gloriosa y reconfortante. Todos los beneficiados con estas brillantes manifestaciones de Jesús glorioso, confirman en la fe; robustecen la esperanza y encienden las almas en el amor entrañable de Jesús, ya no sólo para con sus discípulos y apóstoles, sino también a mujeres, quienes gozosas anuncian con inmensa alegría sus encuentros con el Señor de la nueva vida.

Hoy, tenemos a la vista una manifestación muy hermosa de Jesús a los dos discípulos suyos por el camino desde Jerusalén hacia la aldea de Emaús, en donde vivían. Este texto de San Lucas, es exclusivo de este evangelista, quien con gran maestría narrativa desarrolla un perfecto estudio psicológico de estos dos protagonistas, quienes progresivamente van pasando del desencanto y desaliento a una fe y esperanza sólidas en Cristo muerto y resucitado.

Con mi homilía basada en este pasaje evangélico de San Lucas, los invito a que reflexionemos sobre las enseñanzas que se encuentran en él y logremos con la gracia divina, reconocer en nuestras vidas la presencia de Jesús resucitado en cada uno de nosotros , en nuestras familias y comunidades con sus diversas dimensiones culturales, sociales e incluso en el mundo de quienes tienen la grave responsabilidad de velar y servir con eficacia y rectitud moral, el bien común de los pueblos que delegan en ellos la paz, la fraternidad y la seguridad para todos, sin acepción de personas.

 

Los discípulos de Emaús, caminantes con Jesús

El relato de San Lucas es sencillo, humano y entrañable. Pero para ahondar en su contenido, necesitamos claves de lectura  que nos descubran su intención y mensaje más profundo. ¿Qué proceso a partir de la experiencia de estos dos discípulos y para todos los creyentes en Cristo a lo largo de los siglos desde este hecho, podremos también nosotros  experimentar nuestro encuentro de fe con el Señor resucitado?. Con este propósito de nuestra homilía, les propongo tres claves (llaves), de lectura para aplicarnos las enseñanzas contenidas en el texto que nos ocupa hoy:

 

Primera clave: Las Sagradas Escrituras

Cuando Jesús se acerca a estos dos caminantes, los encuentra desalentados, no tienen ojos para descubrirlo en su ser de resucitado, porque la desilusión embarga sus almas y ánimos. En la tumba de Jesús muerto y rechazado por los dirigentes de la comunidad de Jerusalén quienes lo clavaron en la cruz ignominiosa, quedaron también enterradas sus esperanzas mesiánicas, incluso con el error de haber creído que Jesucristo sería el caudillo que libraría a Israel de sus opresores romanos. Habían escuchado que algunos hablaban y comunicaban el hecho de la resurrección de Jesús. Están tristes y derrotados. Ya no creen en él ni esperan nada del mismo. Así lo comunican al “desconocido” que se les ha unido en su camino hacia Emaús. Fue entonces cuando Jesús los reprendió por su incredulidad:  “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?”. Y comenzando por  Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.

 

Segunda clave: La Eucaristía

Cuando ya estaban por llegar a Emaús, Jesús hizo que iba de largo, pero ellos le suplicaron que se quedara con ellos porque el día ya declinaba. Con esta hospitalidad nacida del encanto e interés que Jesucristo despertó en sus corazones; lo invitaron a cenar con ellos. Cuando comenzaba la cena, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”. Este hecho de esta cena en Emaús, recuerda a esos discípulos y ahora a nosotros, que Cristo está presente en la Eucaristía con sus oraciones comunitarias, con la fracción del pan y la comunión. Desde entonces y hasta ahora, como en esta Eucaristía muy nuestra a la distancia de más de dos mil años desde ese encuentro de Cristo con sus dos discípulos de Emaús, reconocemos con fe renovada la presencia y donación de Jesús a los suyos que creen en él reconociéndolo en la fracción del pan y bebiendo el vino de su sangre. Celebramos nuestras eucaristías hasta que definitivamente venga Jesús a juzgar a vivos y a muertos y entonces su Reino de Amor jamás se acabará.

 

Tercera clave: La Vida Comunitaria

Los discípulos de Emaús son un símbolo del pueblo peregrino de Dios por este mundo y camino hacia la casa del Padre eterno. Cuando estos discípulos captaron la presencia del Señor resucitado, inmediatamente se levantaron para ir de nuevo a Jerusalén y encontrarse con sus compañeros para comunicarles la noticia de que Jesús resucitado los había acompañado por el camino hasta su aldea; que les había explicado las Escrituras que se referían  a él y que al cenar con ellos lo reconocieron en la fracción del pan y dándoles la certeza de su nueva vida gloriosa.

Por tanto, es seguro que Cristo está presente en la comunidad de los hermanos que comparten una misma fe. Así lo entendieron los peregrinos de Emaús, por eso: levantándose al momento se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros. Estos discípulos que se habían alejado de la comunidad, desalentados, llenos de dudas y reticencias para creer en Cristo, vuelven otra vez a la comunidad llenos de gozo y con espíritu misionero para testimoniar la resurrección del Maestro. Tenían la necesidad de comunicar a la comunidad su experiencia con el resucitado y constatar que también a sus compañeros, el Señor se les había manifestado dando la paz y el poder de perdonar los pecados bajo la acción del Espíritu Santo.

¡Así también nosotros al reunirnos  con nuestra fe viva, nos unimos con Jesús Resucitado!

Imagen Zacatecas – Fernando Mario Chávez Ruvalcaba