Federico, restaurador de máquinas de coser

Además de su oficio, él cultiva las plantas como el arte de estar cerca de la naturaleza y agradecer a Dios por cada día de su vida.

ZACATECAS.- Federico Blas López atiende su negocio de venta de vasos para licuadora; ahí mismo, el entrevistado repara máquinas de coser de todos los tiempos.

Su especialidad son las máquinas judías llamadas Singer, que quiere decir “la cantante” porque en el pasado, las costureras solían cantar cuando confeccionaban sus prendas.

Cabe destacar que el restaurador de esos aparatos tiene en su haber una de ellas muy antigua, que data del año 1827, que llegó de Alemania y alguna de las  costureras zacatecanas la compró en su momento, con el número de marca 3127.

Ufano, relata que las Singer fueron diseñadas e inventadas por un costurero judío que ganó mucha plata con esa patente, porque de esa manera las costureras dejaron de usar los antiguos husos para tejer.

“Ese invento trajo muchos avances, porque luego, los creadores desarrollaron toda una industria textil con máquinas en línea y pusieron a trabajar a muchas obreras alemanas e inglesas en esa industria”.

Esa máquina llegó luego a las manos de Blas, quien la conserva como una verdadera joya del arte de la costura y cuyo precio, según él índica, es muy elevado “por su antigüedad y características”.

El reparador cuenta que uno de sus trabajos realizados en el pasado reciente fue como guardia personal del Estado Mayor Presidencial.

“Ahí, serví con mucha honra a la familia del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, en el que gané mucho dinero y donde presté mis servicios buena parte de ese sexenio”.

Le encanta cultivar malvas

Otro de los hobbies de Blas es el cultivo de las malvas, que él siembra en su casa y de cuyas macetas se han dado brotes de hasta tres metros de altura, de las que se siente orgulloso.

De la misma manera, el restaurador de máquinas de coser lee de manera constante pasajes enteros de las Sagradas Escrituras, algunos de los cuales él recita de memoria y nos dice: “Bienaventurados aquellos que sufren, porque ellos serán consolados”… mientras se le llenan los ojos de lágrimas.

Al interior de su morada, Federico tiene un exhibidor de reliquias, como él mismo las llama, que no es sino un laberinto en el que viven las reinas de la casa, es decir,  sus malvas, como se les denomina popularmente, esas plantas esbeltas, cada una de las cuales alcanza una altura de tres metros.

Además de ser reparador de máquinas de coser, por más antiguas que sean, es aficionado la botánica y espera, que alguno de estos días, llegue a su vida “una novia”, que se la pide a Dios para que no se quede solo.

Así, el reparador, además de haber sido tapicero, cultiva las plantas como el arte de estar cerca de la naturaleza y agradecer a Dios por cada día de su vida.




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