Salud mental y pobreza

Un informe reciente sugiere que “la felicidad depende de la salud y de los amigos, no del dinero”. Sus conclusiones sirven para argumentar que cualquier gobierno debería centrarse en brindar mejor atención médica y recursos para tratar los problemas de salud mental en una variedad de contextos sociales, en lugar de tratar de combatir la … Leer más

Un informe reciente sugiere que “la felicidad depende de la salud y de los amigos, no del dinero”. Sus conclusiones sirven para argumentar que cualquier gobierno debería centrarse en brindar mejor atención médica y recursos para tratar los problemas de salud mental en una variedad de contextos sociales, en lugar de tratar de combatir la pobreza y hacer que las personas sean más ricas.

Debe asumirse que las intenciones de la mayoría de los estudios científicos son honorables y pretenden ser útiles.

También es cierto, sin lugar a duda, que el gobierno de nuestro país debería invertir una cantidad significativamente mayor en salud mental, dado el grave estado en que se encuentra.

Sin embargo, este informe y sus recomendaciones han incomodado a muchos en la comunidad de la salud mental con buenas razones. El informe parece tratar los problemas de salud mental y la pobreza como cosas separadas, que en ocasiones se superponen, pero con sus propios efectos y mecanismos que no se impactan entre sí. Sin embargo, cualquier persona involucrada en el cuidado de la salud mental puede atestiguar que esta es una afirmación absurda cuando se enfrenta a la realidad.

Los autores argumentan que, en las sociedades occidentales, la enfermedad mental es una causa mayor de miseria que la pobreza. Pero los médicos sabemos que esto es como decir que las bacterias son una causa mayor de cólera que el agua sucia; incluso si son técnicamente ciertos, ambos argumentos son aspectos del mismo problema, y al centrarse únicamente en uno, el tratamiento se vuelve imposible.

Es cierto que no es indispensable vivir en la pobreza para experimentar problemas de salud mental. Individuos ricos y exitosos han sucumbido a ellos. Pero la pobreza es un factor de riesgo mucho mayor para las psicopatías, de la misma manera que fumar es un factor de riesgo mayor para el cáncer de pulmón. No todos los fumadores padecen cáncer de pulmón y los no fumadores no son inmunes a él, pero fumar lo hace mucho más probable.

Las causas y los desencadenantes de los problemas de salud mental son muchos, variados y, a menudo, poco conocidos. Rara vez hay “una” sola causa. Pueden ser genéticamente condicionados, traumáticos o alguna otra causa de estrés considerable. Y este último es un tema clave.

Entre psiquiatras existe un modelo de salud mental basado en la vulnerabilidad condicionada por estrés, según la cual nuestros cerebros solo pueden manejar una cierta cantidad de angustia antes de que se cruce un umbral crucial y terminemos con una anomalía mental. Algunas personas pueden manejar mucho estrés antes de que ocurra una avería, otras no tanto. 

La cantidad de estrés necesaria para cruzar el límite depende de muchos factores, pero uno de los principales es la suma del estrés con el que se lidia de manera regular. Por lo general, si se está expuesto a cosas estresantes todo el día se compromete la capacidad individual para lidiar con eso, y entonces se requiere un estímulo menor para alcanzar el punto de ruptura.

La pobreza es una de las principales causas de estrés. No poder comprar alimentos, cubrir el alquiler, abrigar a los hijos, todas son causas masivas de estrés. Incluso si no se tienen dependientes, es inquietante la incertidumbre causada por no saber si el trabajo es seguro. Igual que lo es recurrir al abuso del alcohol o las drogas para intentar sentirse bien.  O saber que se vive en un área peligrosa y de alta criminalidad por no poder pagar un lugar mejor.

Si uno es descuidado puede caer en el extremo de estigmatizar aún más a los miserables. De todos modos, no se pueden ignorar los vínculos entre la pobreza y los problemas de salud mental. Resolver ambos beneficiaría a todos, pero mientras tengamos uno, deberíamos esperar lo otro.

Imagen Zacatecas – Antonio Sánchez González




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