La vieja nueva izquierda

Al parecer, el rancio discurso de la izquierda nos ha acostumbrado al ver el mundo de forma maniquea, como si la revolución dependiera de la simple toma de conciencia obrera para levantar una sublevación planetaria que trastocara el orden actual. En el núcleo de esta visión estrecha yacen plácidamente los pilares económicos de siempre, cuya … Leer más

Al parecer, el rancio discurso de la izquierda nos ha acostumbrado al ver el mundo de forma maniquea, como si la revolución dependiera de la simple toma de conciencia obrera para levantar una sublevación planetaria que trastocara el orden actual. En el núcleo de esta visión estrecha yacen plácidamente los pilares económicos de siempre, cuya vitalidad ilusoria, incluso sospechosa, no da cabida a perspectivas que trascienden el cerco de la reproducción biológica.
Acaso por ello, la vieja nueva izquierda no comprende las insurgencias específicas, fundadas no en la defensa de la homologación comunista, sino en la asunción de la diferencia, de la libertad que el individuo debe tener para recrear su identidad todos los días, si así le apetece.
A la burocracia zurda siempre se le ha atragantado la pluralidad de miradas, formas de ser y de creer. Tan fieles a los dogmas religiosos, heredados de la tradición judeo cristiana, tiran por lo regular hacia la zona autoritaria de la igualación forzada, de la moral puritana y de los llamados al rebaño, para que reconozca las bondades de renunciar a uno mismo, en aras de configurar una metafísica tribal y monótona.
Aunque bien visto, hoy en día esta tendencia ha decaído porque un sector de la izquierda ha visto que obedecer los intereses dinerarios beneficia cañón sus propias ambiciones. Por ello, se han dejado los andrajos franciscanos como disfraz para mantenerse en el sacerdocio socialmente correcto y así engatusar a cuanto feligrés se les ponga enfrente. No quieren ser populistas puritanos, sino lo contrario, socialdemócratas bien alimentados y pagados.
Si la nueva izquierda no quiere avejentarse prematuramente, los recientes fracasos de la izquierda española deben anunciar que el momento de pensar fuera del paradigma maniqueo ha llegado. No se trata de acercarse al centro del espectro político, allí donde todos los gatos son pardos, sino de refutar el predominio de la economía en el mundo contemporáneo.

Imagen Zacatecas – Miguel G. Ochoa Santos




Más noticias


Contenido Patrocinado