La desmemoria de América 

La semana pasada se comenzó a hablar de la migración de niños centroamericanos y mexicanos a Estados Unidos como una crisis humanitaria. Dicho supuesto observa las consecuencias de un fenómeno de descomposición social que va más allá del asistencialismo de los gobiernos involucrados. Mucho se ha hablado de las condiciones de violencia que se viven … Leer más

La semana pasada se comenzó a hablar de la migración de niños centroamericanos y mexicanos a Estados Unidos como una crisis humanitaria.

Dicho supuesto observa las consecuencias de un fenómeno de descomposición social que va más allá del asistencialismo de los gobiernos involucrados.

Mucho se ha hablado de las condiciones de violencia que se viven en Centroamérica las cuales, se ha dicho, alientan los deseos de los niños por emigrar al verse acosados por pandillas que buscan reclutarlos.

Dicha aseveración puede ser parte del problema, sin embargo, no va a las causas más profundas de este fenómeno migratorio.

Sociedades Centroamericanas como Guatemala y el Salvador vivieron durante décadas, desde los 60 hasta los 90, severas guerras civiles que confrontaron a la población al interior de su territorio.

Además involucraron una intensa intervención por parte de Estados Unidos, país que hoy día decreta la crisis humanitaria apuntando el problema como un fenómeno meramente migratorio, ignorando en el análisis, entre otras cosas, las severas deudas que estos países pagan a instituciones globales como el Banco Mundial.

Tal dinero se resta a las acciones de desarrollo interno de su población.

Las generaciones de niños de las décadas de guerra son los abuelos, padres y madres que hoy se enfrentan a la migración propia y a la de sus hijos.

El desgaste del tejido social en los países centroamericanos es inconmensurable, mucho se ha hablado del estado de violencia sin control por parte de los débiles estados centroamericanos.

La exposición de la población al bombardeo de aspiraciones que difunden los medios de comunicación ante la falta de oportunidades educativas y de desarrollo es un elemento poco analizado de frente a esta crisis humanitaria.

Según reportes periodísticos, para los niños y niñas quedarse en sus países de origen se convierte en una opción para los perdedores de un sistema que incita a la expulsión.

Es aquí en donde cabe preguntarse la naturaleza de las acciones para combatir la migración de menores de edad.

Si el gobierno norteamericano busca enfocarse en la atención asistencial de los niños y niñas migrantes, dedicando además esfuerzos a la contención, estamos ante una estrategia fallida de origen.

La magnitud del problema llama de manera urgente a diseñar e instalar una política social y económica que involucre en el trabajo conjunto a los países centroamericanos y norteamericanos para pasar de las buenas intenciones y el argot publicitario a un verdadero reforzamiento de los débiles Estados de la región central y sus acciones.

El desarrollo de la población centroamericana debe ser hoy tan importante como lo fue la agenda de represión social en décadas pasadas.

Reconocer la problemática social del presente como consecuencia de las acciones del pasado es la causalidad que debe fundar e impulsar los principios de las políticas de Estado que México y Centroamérica esperan para desinhibir a las familias a aventurar a los niños y niñas a esta carrera de abuso y muerte en la migración.

Imagen Zacatecas – Mara Muñoz Galván