Polarización mexicana

Los cambios políticos y sociales que se han venido concretando durante el ultimo año en nuestro país, sin duda están marcando un parteaguas en nuestra historia, desafortunadamente, no me atrevo a asegurar que sean para bien. Pues, dentro de esa nueva configuración, se está generando, como nunca antes en el México moderno, una gran división … Leer más

Los cambios políticos y sociales que se han venido concretando durante el ultimo año en nuestro país, sin duda están marcando un parteaguas en nuestra historia, desafortunadamente, no me atrevo a asegurar que sean para bien. Pues, dentro de esa nueva configuración, se está generando, como nunca antes en el México moderno, una gran división política que está polarizando gravemente a la sociedad mexicana.

Más allá de posturas políticas o ideológicas, más allá de las naturales e incluso de las saludables y necesarias diferencias que puedan existir en cualquier sociedad, lo grave es cuando esos disensos sociales son generados y promovidos, casi de manera doctrinal, desde la Presidencia de la República, motivando apasionamientos enfermizos y peligrosos para la democracia de nuestro país.

Puedo entender e incluso celebro las diferencias y oposiciones que puede haber en términos políticos, económicos e ideológicos, sin duda eso debería de promover una mayor participación social, sin embargo, el fenómeno mexicano en torno a esta polarización se sigue caracterizando por mantener una sociedad, sigue que sigue, sin participar activa y directamente en la vida pública del país, hoy la participación social sigue limitada a espacios de opinión y no a definiciones sociales ni gubernamentales que la vinculen con una verdadera transformación.

Las diferentes opiniones de la sociedad se han ido convirtiendo de manera estrepitosa de diferencias saludables a desencuentros intolerantes e irrespetuosos. La ideología política ha quedado superada por el nivel de culto al Presidente. Las posturas se han radicalizado a tal nivel de ser etiquetado por ello, por un lado, se puede ser “fifí”, “conservador”, “mafioso”, “corrupto” y demás calificativos que ha impuesto el mismo presidente para categorizar a sus gobernados. Por otro lado, cualquier postura cercana o totalmente de acuerdo con el actuar presidencial te puede convertir en un “chairo” o “pejista”, todas estas palabras se esgrimen de manera despectiva con tal de diferenciar y separar, no solo ideas o posturas, sino personas.

Esto ha llevado a que los asuntos públicos de gran impacto sean analizados y aceptados en función de la posición en la que se realizan, radicalizando con ello las reacciones en torno a temas tan delicados como las políticas públicas, el presupuesto, la inseguridad y violencia actual, los asilos políticos y ahora hasta las designaciones de funcionarios encargados de velar por los derechos humanos.

La polarización de México está conllevando a que los temas verdaderamente importantes acaben siendo analizados desde el nivel de afinidad hacia el presidente, no importa si esos temas implican desarrollo, mejoras o bienestar o si representan riesgos, peligros o intransigencias. Pues temas tan humanitarios como un asilo político o tan relevantes como el desarrollo económico terminan dividiendo gravemente a una sociedad que lo último que necesitaba era ser dividida.




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